Ene
Peregrinos, sembradores de esperanza
1 comentariosEl dos de febrero se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El lema de la Jornada casi coincide con el del año jubilar que estamos celebrando: “peregrinos, sembradores de esperanza”. Peregrinos porque buscamos una meta, con la esperanza de encontrarnos con el Señor al final de la peregrinación. Y puesto que somos peregrinos de esperanza es lógico que por el camino vayamos sembrando esperanza.
Cuando hablamos de Vida Consagrada conviene dejar claro que todos los cristianos somos personas consagradas, pues el bautismo nos une con Cristo y nos hace hijas e hijos de Dios. Pero, en la Iglesia, el calificativo de “vida consagrada” designa una peculiar o especial consagración, no por mejor, sino por distinta, porque tiene algunos rasgos característicos, fundamentalmente la promesa o el voto de virginidad, aunque en algunas modalidades de vida consagrada se añadan dos votos más, el de pobreza y el de obediencia. Esta distinción es importante porque la vida consagrada puede vivirse según distintas modalidades: monjes, monjas, religiosos, institutos seculares, eremitas y vírgenes consagradas. Una consagrada en un instituto secular hace voto de virginidad, pero no es monja, ni es religiosa. Las vírgenes consagradas y los eremitas hacen voto de virginidad, pero no de obediencia a un superior eclesiástico, porque no viven en comunidad.
Una buena pregunta para las personas que viven una peculiar consagración en la Iglesia podría ser: ¿somos de verdad sembradores de esperanza? Lo de sembradores es el matiz del lema de la jornada de la vida consagrada comparado con el lema del año jubilar, que solo habla de peregrinos de esperanza. A los consagrados se nos invita a ser algo más que peregrinos, se nos llama a ser sembradores. En realidad, eso es también propio de todo cristiano, pero el lema de la jornada nos recuerda esta dimensión de la vida cristiana. Seremos sembradores de esperanza en la medida en que vivamos entregados al servicio de los demás y en la medida en que no ocultemos lo que somos.
Hay millones de cristianos que intervienen en el mundo, sin que en su actuación cuenten para algo los valores evangélicos y, por supuesto, al margen de la Iglesia. Los cristianos que viven su fe con convicción, su fe como determinante de toda su vida, y además actúan dentro de la Iglesia, afirmándolo explícitamente, son una pequeña grey. Es de suponer que las personas consagradas estamos en esa pequeña grey. Nosotros, con nuestra vida, hacemos profesión pública de fe en medio de un mundo hostil a los valores evangélicos, un mundo acomodado a metas materialistas, sin sensibilidad ante los valores trascendentes, un mundo paganizado, un mundo que quizás en otros tiempos fue cristiano. Hoy es post-cristiano.
Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en este mundo de hoy, con sus dificultades, sus carencias y también sus valores. Este es el mundo que Cristo ha amado y por el cual murió.