May
Peregrino de paz
3 comentariosBenedicto XVI está visitando uno de los lugares del mundo más necesitados de concordia y entendimiento. Lo hace como peregrino de paz. Peregrino porque busca laboriosamente, con todos sus gestos y palabras, alcanzar algo tan extraño y al mismo tiempo tan necesario en Israel y Palestina, como es la paz. Paz en nombre de Dios, ese Dios tantas veces invocado como pretexto de división y enfrentamiento. Falsa invocación, sin duda, porque el Dios de la guerra, el que fomenta odios y divisiones, no existe. Invocar a Dios para justificar enemistades es una de las peores blasfemias.
Los problemas entre judíos y palestinos no son religiosos. Son políticos. La religión no es lo que divide, sino la tierra. De ahí la oportunidad de esta visita del Papa, porque no hay nadie con más autoridad para decir una palabra neutral y creíble sobre la paz. ¿Será escuchado? Digo escuchado, que no es exactamente lo mismo que oído. Los animales oyen. Solo los humanos pueden escuchar. Escuchar requiere prestar atención, poner interés, tener un corazón bien dispuesto: “si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.
Por nuestro común origen, todos hijas e hijos de un mismo Padre, los seres humanos estamos llamados a entendernos. Invocar a Dios y no buscar la sororidad y fraternidad es profanar su nombre. Pero incluso sin creer en Dios, lo más razonable y lo más favorable es el entendimiento, la concordia, la búsqueda de compromisos que permitan vivir y dejen vivir. La visita de Benedicto XVI a Jordania, Israel y Palestina es una oportunidad para que se oiga y, sobre todo, para que prevalezca la voz de la conciencia y la voz de la razón, que son las más universales mediaciones de la voz de Dios.