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Padre bueno ante cientos de muertos
6 comentariosUn lector pregunta (comentado el post “Dios ¿ingeniero o artista?”) cómo explicar a la buena gente que Dios es Padre a la vista del último terremoto ocurrido en la isla de Sumatra, que ha dejado cientos de muertos. Preguntas similares se escuchan cada vez que la naturaleza resulta mortal para las personas. Porque si el terremoto hubiera ocurrido en un lugar desértico nadie se preguntaría qué tiene que ver Dios en el acontecimiento. La pregunta surge cuando hay personas afectadas. El problema no es tanto el terremoto cuanto las personas. Y, aunque hay algunas respuestas explicativas de cómo se compagina la existencia de un Dios bueno y todopoderoso con el mal y el sufrimiento, basadas en la finitud y libertad humanas, no resulta fácil consolar a los que sufren con este tipo de argumentos. Del mismo modo que cuando se pierde un hijo en un accidente de tráfico, no valen argumentos sobre la imprudencia de los conductores o la necesidad de mejorar los sistemas de seguridad en el vehículo. Las personas prefieren, si no culpar a Dios, al menos interpelarle.
Las explicaciones teológicas sobre el problema del mal es preferible dejarlas para la clase o para los momentos de serenidad. En el momento del sufrimiento lo que dignifica al ser humano es ayudar y acompañar. Y, si estamos ante personas religiosas, decir una palabra humilde sobre el amor de Dios que en la cruz de Cristo se solidarizó con todos nuestros sufrimientos y en su resurrección prometió un futuro a lo que aparentemente no tiene ninguno. Por otra parte, los que contemplamos el asunto con un poco de distancia, antes de apelar a Dios, convendría que nos hiciéramos algunas preguntas: ¿qué ha pasado?, ¿qué puedo hacer ante lo ocurrido?, ¿cuál es la causa de lo ocurrido?, ¿por qué la naturaleza siempre golpea más a los pobres?, ¿qué puedo hacer para evitar que desaparezca esta causa? Solo después resulta posible preguntar por el papel de Dios ante lo ocurrido. Una pista: el hombre es contingente, falible, limitado. Lo contingente alguna vez acaba, lo limitado no lo puede todo, lo falible alguna vez falla. El hombre no es Dios.