Jul
Oír que Dios es Padre y ponerse enfermo
5 comentarios“Cada vez que oigo decir que Dios es Padre, me pongo enfermo”. Eso dice un adolescente, hijo de padres divorciados, que vive con su madre y ha tenido una relación muy negativa con su padre. Me lo cuenta su madre, creyente, y me pregunta qué hacer para explicar al hijo eso que dice la fe: Dios es Padre. Cuando me plantean esos casos, soy consciente de que no hay palabras que pueden remediar los fracasos más dolorosos de la vida. Hay bastantes hijos de matrimonios arruinados que no asumen fácilmente su situación. Y el cónyuge que se ha quedado con los hijos no lo tiene fácil: ¿cómo ser madre y no ser esposa?, ¿cómo ser padre sin ser esposo?, ¿cómo un niño puede asumir la relación filial hacia sus padres? En cierto modo, el niño debe hacer duelo por uno de sus progenitores, aunque esté vivo.
Las relaciones interpersonales, incluso las más constitutivas de la existencia, están amenazadas por el mal. Por este motivo, todas nuestras relaciones familiares necesitan salvación. Nuestra persona individual no puede ser salvada sin que se salven nuestras relaciones familiares. Nuestra salvación, por la participación en la muerte y en la resurrección de Cristo, es también una salvación familiar en la familia trinitaria de Dios. Las diferentes formas de mal, que pueden afectar a nuestras relaciones familiares, no deben impedirnos considerar que la familia es la mejor imagen de un Dios, que es comunión de personas. Nosotros nos hacemos una idea de Dios como Padre a partir de nuestra experiencia del padre; y nuestra idea trinitaria de Dios debe mucho a nuestra experiencia familiar. Pero estas experiencias, la paterna y la familiar, son imperfectas, están amenazadas por el mal. Por eso, debemos eliminar de nuestra idea de Dios todas las formas de imperfección humana y elevar hasta el infinito todo lo bueno que hay en nuestro corazón.
El sufrimiento que experimentamos en nuestras relaciones familiares (rupturas entre esposos, malas relaciones de padres con hijos, enemistades entre hermanos) es un signo de nuestra necesidad de ser liberados de todos estos sufrimientos más allá de la muerte. Para los creyentes en Cristo, todo sufrimiento es un signo de esperanza, esperanza de salvación para todos los que sufren.