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¿No todos se salvarán?
1 comentariosUn conocido periodista ha publicado una página, en un semanario católico, con este título en afirmativo: “No todos se salvarán…”, del que me limito a copiar una frase: “los hombres seremos juzgados y no todos desembocaremos en la vida, sino que muchos caeremos en una muerte segunda y definitiva”. ¡Pues sí que sabe cosas este señor! La teología, cuando habla de la parusía, dice que es motivo de gran esperanza, pero advierte que la esperanza no se traduce en un saber. No sabemos si todos se salvarán; es posible que alguno, en su libertad, se empecine en negar a Dios. Eso de negar a Dios parece difícil, porque el que no cree en él, no le niega; y el que cree, no se atreve a hacerlo con toda contundencia. Pero se le puede negar en el prójimo, donde Dios está muy presente. Y ahí sí que conocemos casos que claman al cielo: masacres, asesinatos en masa, terrorismo, genocidios, limpiezas étnicas, etc. Pero no sabemos si se van a condenar muchos, pocos o ninguno. Sólo Dios conoce el fondo de los corazones. La esperanza cristiana más bien apunta a una salvación muy amplia, tal como dice un prefacio dominical: celebramos el domingo “en la espera del domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso”. La humanidad entera, dado que la sangre de Cristo “derramada por todos los hombres” (por todos: también por sus enemigos) nos permite vivir con esa esperanza.
El periodista habla de la parusía. De la parusía trata gran parte del adviento: no esperamos un acontecimiento pasado (eso no se espera, a lo sumo se recuerda), sino un acontecimiento futuro, la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. El adviento tiene una dimensión de futuro, un futuro que debe cambiar nuestro presente: esperamos la segunda y definitiva venida del Señor, pero mientras tanto estamos invitados a descubrirle ya presente en “cada hombre y en cada acontecimiento” (tercer prefacio del adviento). En todo caso, la parusía no puede presentarse en términos negativos, sino como una muy positiva esperanza que implica una gran responsabilidad con nuestro prójimo.