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"No matarás": según y cómo
5 comentariosLo que está en juego con la ley natural es la posibilidad de afirmar la existencia de una verdad accesible a la razón humana que sirva de base para un diálogo que vaya más allá de la búsqueda de consensos estratégicos y que contribuya a definir los contenidos esenciales de una moral universal. Evidentemente esta “moral universal” se originará por la percepción vital e inmediata de bienes fundamentales, como puede ser la inclinación a conservar la vida, común a todos los seres humanos. Ahora bien, cuando de estos grandes principios descendemos a las realidades particulares, puede ocurrir que perdamos no sólo la claridad del principio, sino también el consenso universal que el principio suscita. La ley natural es una fuente de inspiración, no un conjunto de reglas. Las reglas deben buscarse con prudencia y diálogo teniendo en cuenta las circunstancias y respetando las diversas culturas.
El ejemplo que hemos citado puede servir. Un valor fundamental, con el que todos estamos de acuerdo, es la inclinación a conservar la vida. Una aplicación directa y clara de este principio, en lo referente a nuestras relaciones con los demás, sería el mandamiento negativo: “no matarás”. Pero pueden darse circunstancias que, sin negar la validez absoluta del principio, exijan la excepción en alguna de sus aplicaciones más concretas. Este sería el caso de la legítima defensa ante una agresión injusta. El Catecismo de la Iglesia Católica repite doctrina de Tomás de Aquino cuando dice que “el hombre está más obligado a mirar por su propia vida que por la vida ajena”. Las consecuencias que para la vida del agresor se sigan como consecuencia de la propia defensa, no son responsabilidad de quien se defiende, siempre que los medios utilizados sean proporcionados a la agresión.
Si me encuentro con alguien que atenta contra mi vida o la vida de mi familia, y sólo puedo evitarlo matando al agresor, entonces el principio natural que me inclina a conservar la vida, no se traduce en “no matarás”, sino en: defiende tu vida y la de tu familia, aún a costa de la vida del agresor. El modo de esta defensa no niega o anula el principio fundamental de conservar la vida, pero lo aplica prudentemente de maneras distintas según las circunstancias.