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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Oct
2014

No hay sacramento sin Palabra

5 comentarios

Pongo Palabra con mayúscula porque me refiero a la Palabra de Dios. Aunque por otra parte, esta Palabra siempre nos llega con minúscula, a través de palabras humanas. Desde el punto de vista cristiano, las palabras humanas de la Biblia son las que mejor expresan la Palabra de Dios. Pero esta no es exactamente la cuestión que me mueve a escribir este post. Lo que me mueve es una discusión de la que fui testigo presencial. Contaba un sacerdote que, tras una boda con Misa celebrada un sábado por la tarde, en la que las lecturas habían sido las de “la boda”, alguien le preguntó si esa Misa “valía” como Misa del domingo. A partir de ahí aparecieron distintas opiniones: uno decía que “no valía”, porque las lecturas no habían sido las de la Misa dominical. Otro dijó, para justificar su opinión de que esa Misa sí valía como Misa del domingo, que lo que importaba en la Misa no eran unas u otras lecturas, sino “la consagración”.

Digo todo esto sin demasiada precisión, para que se entienda lo que quiero plantear. ¿Qué es lo que da valor a la Eucaristía, las lecturas bíblicas o la plegaria eucarística? Las dos cosas. De forma que una sin la otra no tendría sentido ni valor. Las lecturas bíblicas son parte esencial de la Eucaristía y de todo sacramento, incluido el de la penitencia, dicho sea de paso, porque cuando el sacramento de la reconciliación se celebra según el rito individual, el sacerdote olvida muchas veces que la lectura bíblica es parte esencial del rito, tal como está estipulado en los rituales. Vuelvo a la Eucaristía. El Concilio Vaticano II recordó que “las dos partes de que consta la Misa, a saber: la liturgia de la palabra y la eucarística, están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto”.

Si estamos ante un solo acto de culto, que consta de dos partes, o por decirlo con más precisión, de dos mesas, la Mesa de la Palabra y la Mesa del sacramento, resulta claro que si prescindimos de una de esas partes, no estamos realizando el acto de culto, sino otra cosa. Precisamente porque la Palabra es indisociable de la Eucaristía, cuando se lleva la comunión a un enfermo, está previsto que, antes de entregarle la Eucaristía, se tenga una lectura de la Palabra de Dios, aunque sea breve. También para el enfermo es importante la Mesa de la Palabra, porque en ella Cristo mismo se hace presente como luz que ilumina la inteligencia y ofrece sentido para la vida.

En la Eucaristía, y en los otros sacramentos, la Mesa de la Palabra no es una especie de introducción de la que se pueda prescindir. Ella forma parte del sacramento, ella indica de qué modo este sacramento tiene fuerza y eficacia en una determinada circunstancia de mi vida. Sin Palabra, el sacramento se queda sin luz y corre el riesgo de confundirse con un acto mágico.

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Juan
5 de octubre de 2014 a las 17:48

Suena un tanto extraño eso de que la misa del sábado por la tarde vale por la del domingo.. ¿qué es eso de valer? ¿no es el domingo el día del Señor, donde los hermanos se sientan en la mesa del Padre para celebrar la gran fiesta de nuestra redención? Basados en la idea esa del sábado, con frecuencia buscamos excusas para dejar la misa del domingo y nos quedamos tan tranquilos. No se si la idea esa del sábado está haciendo más mal que bien. ¿Cuándo empezamos esta idea de la misa del sábado? Y si consideramos la misa del domingo como una obligación, y por cualquier razón no llegamos a la mesa de la Palabra, ¿qué ocurre? Gracias, fray Martín.

Una laica
5 de octubre de 2014 a las 20:56

Hay algunas personas un tanto cazurras que entienden todo al revés. La misa o eucaristía del domingo empieza el sábado al anochecer litúrgicamente. Por eso es la misma y tiene las mismas lecturas bíblicas que la del domingo por la mañana. Pero, la del sábado por la mañana es distinta porque es la del sábado. Y si es una misa de boda pueden variar las lecturas según sea la hora de la celebración.

La validez se la damos nosotros.

Marieta
5 de octubre de 2014 a las 22:03

Para hacer presente a Dios en mi vida, la Palabra es fundamental. Y conecta perfectamente con el Sacramento o los sacramentos. Hoy he tenido la alegría de asistir a un Bautismo, en el seno de la Eucaristía dominical. Se han leído las lecturas del domingo y se ha hecho una mención especial al Bautismo. Todo armónico y relacionado.
Me sorprende que alguien pregunte por la validez o no de la misa por llegar -o no- a tiempo o que las lecturas coincidan o no con las que prescribe el Ritual. ¿Te han hecho vivir, conectar con el Dios de la vida? ¿Has recibido la Palabra como algo especial que te da el Señor para alimentar tu caminar? O simplemente tachas en el calendario el cumpli-miento de una obligación?
Agradezco al Vaticano II la pedagogía de la Eucaristía. Me "recuerdo" yendo a comulgar día tras día en aquellas capillas de la comunión en las que cada 15 minutos la impartían. Pero no recuerdo ir la Misa en latín con agrado, no por la lengua latina, sino por entenderla. Alli íbamos con el misal a dos columnas.¡ Que gran regalo, poder disfrutar de la Palabra! Y, si va acompañada de una buena homilía, mejor.

Juan
6 de octubre de 2014 a las 17:46

Timothy Radcliffe, en la introducción a su libro Why go to Church? empieza contando las peripecias de una madre para levantar de cama a su hijo para ir a la iglesia un domingo y termina dándole dos razones, la primera porque es domingo y es día de ir a la iglesia, y la segunda porque eres el obispo.. Históricamente el sábado es el día del Señor de los judíos, los cristianos celebramos el domingo. (la Iglesia puede atar o desatar a su manera, pero por qué no el miércoles o el lunes que es mi día libre de trabajo). Y aunque las dos mesas, la de la Palabra y la del Pan, sean parte de un mismo culto, la Iglesia, en ausencia de sacerdotes, sólo permite a la comunidad la celebración de la Palabra. (creo que alguna comunidad holandesa, y siguiendo la teología del gran dominico Schillebeeckx, celebró las dos mesas en ausencia de sacerdotes)

José María Valderas
6 de octubre de 2014 a las 21:39

Antes de la reforma litúrgica impulsada por el vaticano II, se tomaba por cierto que la celebración de la Misa, el cumplimiento dominical para ser más exactos, tenía validez si se llegaba antes del ofertorio. Es decir, se cumplía no oyendo las lecturas. Evidentemente el sentido del culto dominical, de la Misa en sí misma, no es ese.

No creo, sin embargo, fray Martín que debamos caer en el ismo opuesto: el palabrismo. Porque la palabra es del sacramento, pero el sacramento no es de la palabra. La palabra está en función del sacramento, no el sacramento en función de la palabra. Los conjuros, si se dan, son de las palabras, no del sacramento.

Con el envejecimiento de los sacerdotes menudean anécdotas como una de la que fui testigo. El preste superaba de largo los ochenta. Al llegar a la consagración se hizo un trabalenguas (es lo que tiene recitar de memoria, en vez de atenerse al texto). Mucha gente se quedó estupefacta. Y alguno, inquieto por la validez de la Misa. Cuando me preguntaron mi opinión fue que, fuera o no válida la Misa, ellos habían cumplido que es lo que deseaban saber. Pero es que yo creo que la Misa, además, fue válida. ¿Por qué? expliqué, no sé si con acierto: Porque supplet Ecclesia y es obvio que el sacerdote quiso decir lo que su lengua no pronunció. Claro que debatir sobre estas cosas, viendo el erial doctrinal y el despiste generalizado, parece pérdida de tiempo como si se tratara del sexo de los ángeles.

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