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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Ago
2011

Naturaleza y creación

5 comentarios

El mundo puede entenderse como naturaleza: se trata del conjunto de todas las cosas existentes, objeto de estudio de las ciencias. También el hombre puede entenderse como naturaleza: un mamífero bimano, con capacidad de reproducción, dotado de inteligencia y lenguaje articulado, con un cuerpo compuesto de billones de células, que se mueve por medio de los músculos. Pero el mundo puede entenderse como creación y el ser humano como criatura: universo creado por Dios y persona que depende de Dios y se encuentra a sí mismo, en el mundo, como dado, y con el mundo como don. Entendernos nosotros mismos y el mundo en el que vivimos como don, como regalo, implica necesariamente algún tipo de relación agradecida con el dador.
 

En el contexto de estas reflexiones que estoy ofreciendo sobre la “ley natural” hay que reconocer que las consecuencias prácticas que se derivan de ella pueden ser distintas en el creyente (que entiende el mundo como creación) y en el no creyente (que entiende el mundo como naturaleza). Para el no creyente, la naturaleza siempre está ahí, como lo que siempre fue y siempre será. La naturaleza es un “ello”. No tiene sentido decir que la naturaleza quiere esto o aquello. De ahí se deduce fácilmente que el hombre, con su libertad, determina la identidad y los límites de “lo natural”. La libertad controla lo natural y lo supedita a sus antojos.
 

Ahora bien, a la luz de la fe, el mundo no es sólo naturaleza, sino obra de un Creador. No es simplemente algo que uno se encuentra, sino algo que uno se encuentra porque alguien ha querido que así fuese. Y lo ha querido “así” no porque no ha tenido más remedio o porque las cosas hayan escapado de su control, sino por una voluntad libre que se identifica con el amor. Las cosas tienen una razón de ser y una razón de amor. A partir de ahí resulta posible comprender que la libertad está calificada por una voluntad fundamental anterior al mismo hombre. Y resulta también posible leer la naturaleza como un libro en el que se manifiesta la voluntad de Dios no sólo en lo referente a la ecología, sino también a la vida, la sexualidad, el matrimonio, las relaciones sociales, en una palabra, en todo lo concerniente al desarrollo humano integral.

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JM Valderas
3 de agosto de 2011 a las 11:40

Querido Martín, me hubiera gustado participar en tus reflexiones sobre la ley natural. Me alegro de que tus comentaristas sacaran partido. Hubiera sido yo una nota disonante, lo que nunca es agradable. Hoy, por ejemplo, me cuesta seguirte. Se me hace ardua la lectura que se deja seducir por los conceptos irisados en palabras bien conjuntadas. Por ejemplo, la definición de hombre. No porque las propiedades que le asignas no sean ciertas, sino porque suenan redundantes: todo mamifero tiene capacidad reproductiva y todo ser dotado de lenguaje articulado tiene inteligencia. O la distinción entre naturaleza y creación, más allá de artificiosas distinciones. Un físico creyente y un físico no creyente entienden el mundo igual; por cierto, no como algo que está como lo que siempre fue y lo que siempre será. Y me armo un taco, perdona la expresión, con el "freudiano" concepto de naturaleza como un "ello". Obviamente sobre la naturaleza está la gracia, la que nos permite ver el designio de Dios, eso que tú dices con un poético punto final.

Martín Gelabert
3 de agosto de 2011 a las 13:10

Gracias, amigo Valderas, por tus precisiones y aportaciones. La idea que he querido transmitir, más allá de precisiones conceptuales, es que en las consecuencias prácticas y concretas que se derivan de los preceptos primarios o grandes principios de la ley natural pudiera haber un presupuesto que se entiende de distinto modo en el creyente y en el no creyente, y este distinto modo de entender condiciona estas consecuencias. Me refiero al concepto de libertad como don de Dios o como realidad autónoma bajo el control absoluto del hombre.

JM Valderas
3 de agosto de 2011 a las 15:21

El concepto de libertad, Martín, es sin duda una de las cuestiones clave de nuestros días, con no menos pasión que en las viejas pugnas sobre albedrío libre y determinismo. No hace muchos meses apareció "Visions of Discovery" (Cambridge Univ. Press, 2011), un libro homenaje a Charles Townes, inventor del máser y del láser. Nobel creyente recibió el premio Templeton en 2005, parte del cual lo donó al Center for Theology and Natural Sciences, en Berkeley, cuyos fines se desprenden del propio título. Las conferencias se dividieron en dos apartados: sobre los orígenes (big bang, constantes de la naturaleza, la medición, astronomía de alta resolución, etc.) y grandes incógnitas (unas familiares, así materia obscura y agujeros negros, y otras menos. Entre las grandes incógnitas están, también, la conciencia y el libre albedrío. El propio Townes, que ha afinado las constantes de la naturaleza con suma pre4cisión, participó con una ponencia titulada: Can we understand free will? Es lectura aconsejable para saber qué opinan los físicos acostumbrados al determinismo de la naturaleza.

oscar
4 de agosto de 2011 a las 15:52

Le felicito porque su modo de plantear las cuestiones es un buen ejemplo de por donde debe discurrir el diálogo de la fe con la cultura y también el diálogo con los no creyentes.

Desiderio
4 de agosto de 2011 a las 18:41

Yo creo que efectivamente, en función de cuál sea nuestra postura primordial frente al mundo, adoptaremos distintas actitudes en torno lo que concierne a nuestra vida: o estamos aquí sin más según lo cual aún no tengo claro bajo qué parámetros me debo atener a una determinada postura ética -sin querer pecar de superficial-, o estamos aquí como un regalo amoroso según lo cual mi vida cobra una orientación y un sentido insospechados. En esta oposición de posturas, a mí me gustaría conocer los argumentos que esgrimen los que defienden esa autonomía radical del ser humano. Por lo que yo he leído, que tampoco es gran cosa, se preocupan más por poner de manisfiesto lo absurdo de la hipótesis “Dios” que por defender positivamente la suya. Cuando me leí el clásico “Azar y necesidad” de Monod, me quedé un poco despagado, pues a pesar de lo desarrollado de sus teorías, no ofrecía ninguna alternativa seria en referencia a los grandes interrogantes, a saber: el origen del universo, el origen de la vida, y el origen de la conciencia. ¿Conocéis alguna referencia en este sentido?

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