Sep
Nada se para, nada se destruye
2 comentariosHay momentos en que parece que todo se para y todo se destruye. Cuando muere una persona el tiempo se ha parado definitivamente para ella y parece que, por momentos, también se detiene para quienes la querían. Sin embargo, los creyentes en Cristo muerto y resucitado saben que hay alguien para quien el tiempo nunca se detiene, pues no sólo es el Señor de la vida, es también el dueño de las horas y el que dispone de todos los tiempos. Dios es eterno en el sentido de que no hay tiempo alguno, ni lo habrá en el futuro, en el que Dios no exista. Pero no es intemporal en el sentido de que carezca de relación con el tiempo. Al contrario, Dios es temporal porque se relaciona personalmente con nosotros, necesitados de tiempo para existir. Es esta relación personal la que da todo su sentido a la esperanza cristiana. Con Dios nunca se para nada, porque en él los tiempos y las cosas adquieren una nueva dimensión. Con el Dios de Jesús nada termina y nada se pierde. Sólo se transforma.
Comentaba con una bióloga, que trabaja en una prestigiosa institución, estas dos ideas: una, que la muerte más que el final, en realidad es un no saber, es lo desconocido; y otra, que para el cristiano, la vida no termina, se transforma. Y me encontré con esta sorprendente respuesta: “la energía no la crea el ser humano, ni la puede destruir. El ser humano sólo consigue transformar la energía en formas diferentes. De este modo, la vida podría ser un estado energético especial, que daría lugar a un cambio energético llamado por nosotros muerte, distinto a lo que conocemos y del que no sabemos nada, hoy por hoy”. Reflexión interesante que, si bien, no prueba nada (pues la subsistencia de la energía no es lo mismo que la subsistencia personal), da que pensar y, sobre todo, parece coherente con la fe cristiana.