Dic
Misericordia de generación en generación
3 comentariosUn ocho de diciembre de hace 50 años se clausuraba el Concilio Vaticano II. El próximo día 8, fiesta de la Inmaculada, el Papa abrirá la puerta santa de la Basílica vaticana y comenzará así el año dedicado a la misericordia. Es todo un acierto que coincida el inicio de este año jubilar con la fiesta de la Virgen Inmaculada, porque ella proclamó que la misericordia de Dios se extiende de generación en generación. No es extraño que la Iglesia la proclame madre de misericordia y le pida que mire a cada uno de sus hijos con ojos misericordiosos.
La misericordia es una de las claves para entender la vida y la obra de Jesús. Por eso, la misericordia debe ser, como dice el Papa, la clave de bóveda de la Iglesia. Jesús mismo pidió a sus discípulos que fueran misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso. Ahí está la perfección del discípulo, llamado a ser perfecto como el Padre celestial es perfecto. La perfección es la misericordia. En el caso de Jesús su misericordia llega hasta el extremo de no devolver mal por mal, y de sacar siempre bien del mal.
Este año jubilar de la misericordia no ha gustado a todos. Algunos dejan entender que misericordia sí, pero en su justa medida. Pero la misericordia no tiene límites. A veces los creyentes reclamamos justicia y nos indignamos ante ciertos hechos que, sin duda, son ofensivos para la religión. En el fondo, somos justicieros. Pero la justicia de Dios es su perdón y su amor. Dios es justo cuando perdona porque perdonando pone a cada uno en su sitio. Perdonando al pecador le está diciendo que su lugar es el de hijo de Dios, no el de enemigo de Dios.
Si el Padre celestial hubiera actuado con justicia nunca hubiera permitido que Jesús fuera crucificado. Pero, precisamente en el momento en que se comete la mayor de la injusticias, en el momento en que se asesina al justo de los justos, el Padre no interviene, no clama venganza, no grita que esta ofensa es imperdonable. Al contrario, en boca de Jesús aparecen los sentimientos del Padre, sentimientos de perdón, porque, en el fondo, los asesinos no saben lo que hacen.
Inmaculada tiene que ver con santidad. Toda santa es María, porque es toda de Dios y porque Dios la llena de gracia y de amor. María, fiel discípula de Jesús, modelo de todo creyente, nos invita hoy a mirar a su Hijo, y a hacer como ella siempre hizo: referir a Dios las maravillas que en ella había hecho. Unas maravillas muy distintas de las que el mundo proclama y busca. El mundo busca poder; María proclama que Dios derriba a los poderosos. El mundo busca grandeza; María proclama que Dios enaltece a los humildes. El mundo busca riqueza. María proclama que hay que llenar de bienes a los hambrientos. El mundo favorece la guerra; María proclama la misericordia y el perdón de Dios.