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Mirar al mundo con simpatía
1 comentariosHa concluido el Sínodo. En la conferencia de prensa que presentaba su mensaje final se afirmó que “la principal novedad es la de mirar al mundo con simpatía, para ofrecerle lo mejor que tenemos: la Palabra de Dios”. Mirar al mundo con simpatía, he ahí una buen camino para tener alguna posibilidad de ser escuchado. Desde el rechazo y la beligerancia no tenemos ninguna posibilidad de que nos escuchen. Nos darán la espalda, nos dirán que nos metamos en nuestros asuntos, que no interesamos, que nadie nos ha llamado. Quizás desde la simpatía sean pocos los que nos escuchen. Desde el rechazo no lo hará nadie.
Mirar al mundo con simpatía: esa mirada positiva está en sintonía con la pretensión del ya antiguo Concilio Vaticano II y las orientaciones de Juan XXIII. La Iglesia, decía este Papa, prefiere usar la medicina de la misericordia y no quiere prestar oídos a los profetas de calamidades que, en nuestro tiempo, sólo ven peligros por doquier. El último Capítulo General de los dominicos también se sitúa en comunión con este modo de pensar. En efecto, cuando trata de la vida apostólica comienza por titular: “amar al mundo”, como si este fuera el punto de partida para revelar al mundo la presencia de Cristo. Sólo desde la simpatía y la comprensión es posible ofrecer algo al otro.
Si queremos ser escuchados es necesario que nos acerquemos al mundo, que le escuchemos, que nos esforcemos en comprenderle. En este sentido Kierkegaard enunció la siguiente tesis: “Para llevar a un hombre a una determinada posición, ante todo, es preciso fatigarse para encontrarle donde está y empezar ahí. Si podéis hacer eso, si podéis encontrar exactamente el lugar donde está el otro y empezar ahí, tal vez podáis tener la suerte de conducirle al lugar donde os halláis vosotros”.