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Miércoles de ceniza: Misa estacional en Santa Sabina
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La Iglesia abre la cuaresma con el acto de la bendición e imposición de la ceniza que es, a la vez, un recordatorio de nuestra condición frágil y mortal, y una llamada a la conversión. El miércoles de ceniza empiezan cuarenta días de renovación a modo de “retiro espiritual”, para disponernos a celebrar el gran misterio de la Redención. En los primeros siglos de la Iglesia la cuaresma era, para los catecúmenos, el tiempo de preparación al bautismo, que se administraba en la noche del sábado santo.
Según una antigua tradición, durante la cuaresma, en Roma, se celebraban misas estacionales. Statio en latín significa guardia. Se trataba, pues, de reuniones, en las que se montaba una guardia espiritual, que solía estar presidida por el Papa, que entraba en la Iglesia procesionalmente. Todavía hoy se sigue conservando la tradición de la primera Misa estacional de cuaresma, o sea, la del miércoles de ceniza. Este año, dado su delicado estado de salud, el Papa no podrá presidir esta Misa, que se celebrará en la Basílica de Santa Sabina. Esta basílica y su complejo, siendo todavía residencia papal, Honorio III la regaló a Santo Domingo, en los albores de su Orden. Las 24 columnas corintias del templo proceden de los templos de Juno y de Diana. No hay que buscar ahí ningún sincretismo, ninguna mezcla religiosa. En todo caso, puestos a hacer una lectura moderna, podríamos ver una llamada universal al encuentro con Cristo.
En Santa Sabina todavía puede venerarse la celda de Santo Domingo. Por allí han pasado santo Tomás de Aquino, san Raimundo de Peñafort y san Alberto Magno, y allí pasaba días de recogimiento el papa San Pío V. En este lugar, con tanta historia, comienza la primera estación de la cuaresma. Seguramente, casi todos, por no decir todos los lectores de este pobre artículo, no podrán participar en las ceremonias del miércoles de ceniza en Santa Sabina, mártir del siglo II. Pero sí podrán participar en la Misa que se celebre en sus respectivas parroquias o en otros lugares de culto. He querido recordar esta misa estacional romana, como un signo de comunión de toda la Iglesia, en torno a la figura del Papa, que es símbolo de unidad.
Los cuarenta días de Cuaresma ya están aquí. Estos días recuerdan los 40 días de ayuno de Moisés y Elías antes de acercarse a la Divinidad. O los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel antes de entrar en la tierra prometida. Cristo mismo se retiró cuarenta días en el desierto antes de inaugurar su vida pública. Para los cristianos de hoy la cuaresma es una llamada a la conversión, a preparar nuestra vida para encontrarnos con un Cristo vivo que busca nuestro amor. Y si se repite todos los años, es porque siempre necesitamos renovarnos espiritualmente. El amor siempre se repite, precisamente porque nunca se acaba. El buen amante, todos los días dice al amado: “te amo”.