Oct
María, madre de misericordia
6 comentariosPara entender la respuesta de Jesús a la pregunta que (en el evangelio de este domingo) los fariseos le formulan sobre si es lícito a un varón despedir a su mujer, hay que situarse en el contexto religioso, cultural y político de la época: entonces el marido tenía derechos absolutos. La mujer, ninguno. Por eso el marido podía abandonar a su mujer por cualquier motivo. Consecuencia: las mujeres, que entonces no tenían las posibilidades y derechos laborales y sociales de hoy, quedaban expuestas a la pobreza, la miseria y el desprecio total.
Jesús responde a la pregunta de los fariseos en tres tiempos: primero, defendiendo a la mujer frente a la arbitrariedad del marido. Segundo, diciendo algo que rompe con la mentalidad de entonces, a saber: puestos a hablar de divorcio, la mujer tiene los mismos derechos que el marido; si él puede divorciarse, ella también puede hacerlo; puestos a hablar de divorcio, los derechos son de dos y no de uno. Y tercero: tomando a un niño, paradigma de la marginación y de la impotencia, Jesús recalca que lo importante es la defensa del débil.
¿Tiene algo que ver todo esto con la fiesta de la Virgen del Rosario que celebramos el siete de octubre? Mucho. Porque María canta que su Dios es el que mira a los humillados. Dice humillados, no humildes. Dios mira a los injustamente pisoteados y despreciados. Es un Dios que levanta al caído y desprecia al poderoso. No es extraño que María haya sido invocada como consuelo de los afligidos, refugio de los pecadores, madre de desamparados.
Rezando el rosario rezamos “con” María a Jesús. Y, con María, contemplamos los misterios de la vida de aquel que se hizo solidario con y por nosotros, con el afligido y el desamparado. Por nosotros y por nuestra salvación se encarnó de María, la virgen. Toda la vida de Jesús es “por nosotros”. La consecuencia inmediata es que cada uno de los que queremos seguirle estamos llamados a identificarnos con él y a ser “para los otros”.
El Papa Francisco ha convocado un “año de la misericordia”. María, invocada como reina y madre de misericordia, nos orienta hacia Jesús, el misericordioso por excelencia, el rostro humano de Dios “rico en misericordia”. Casados, solteros, divorciados, niños, mayores, enfermos y sanos, todos necesitamos misericordia. Y si somos cristianos, estamos llamados a dar y ofrecer lo más propio y característico del evangelio, que también es muy propio de los humanos: la misericordia.