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María, madre de la Iglesia
3 comentariosEl lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia celebra la fiesta de la Virgen María, Madre de la Iglesia. Esta fiesta fue creada por el Papa Francisco, aunque fue Pablo VI el que al terminar la tercera sesión del Concilio Vaticano II, proclamó solemnemente a María como madre de la Iglesia.
Una de las novedades del Concilio Vaticano II fue situar a María dentro de la Iglesia, como su miembro más eminente, como verdadero modelo de santidad, fe y amor para cada uno de los cristianos. Pero hay más. Pues ella, dentro de la Iglesia tiene un papel preeminente. Es madre de la Iglesia. La madre no está por encima de la familia, sino muy dentro de ella, pero en ella, la madre tiene un papel singular, de cuidado, amor, ternura, comprensión y acompañamiento. Si María es madre de Cristo, y Cristo es el primogénito entre muchos hermanos, el primero de una larga lista de hermanos que somos los cristianos, entonces María es madre de los hermanos de Cristo, que somos nosotros. Más aún, si como dice san Pablo, los cristianos somos “el cuerpo” de Cristo, Cristo es la cabeza del cuerpo y nosotros sus miembros, entonces María es madre de todo el cuerpo, no solo de la cabeza, sino también de sus miembros.
Los buenos hijos no sólo se sienten queridos y acompañados por la madre, sino que ella es para los hijos una referencia constante. Los hijos se fijan en lo que hace la madre, y quieren imitarla. Quieren imitarla porque la admiran, pero también porque está cerca de ellos. Las dos cosas son necesarias: si solo nos quedamos con la admiración porque está lejos de nosotros, entonces María deja de ser una referencia para nuestra vida. Por eso, el Papa Pablo VI, insiste en que “María está muy próxima a nosotros”. Y añade: “Hija de Adán como nosotros y, por tanto, hermana nuestra con los lazos de la naturaleza. En su vida terrena realizó la perfecta figura del discípulo de Cristo, espejo de todas las virtudes, y encarnó las bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Cristo. Por lo cual, toda la Iglesia, en su incomparable variedad de vida y obras, encuentra en ella la más auténtica forma de la perfecta imitación de Cristo”.
El evangelio de la eucaristía de este día recuerda las palabras que Jesús crucificado dirige a su madre y al discípulo amado. “Ahí tienes a tu hijo”, dice a la madre, señalando al discípulo; y “ahí tienes a tu madre”, dice al discípulo señalando a la madre. En esta escena podemos ver a María como una buena representación de lo que es la Iglesia y al discípulo amado como una buena representación de lo que somos todos y cada uno de los cristianos. La Iglesia es una comunidad en la que el amor entre los discípulos es lo determinante. Esta escena de María y el discípulo al pie de la cruz es el icono de una Iglesia materna y fraterna en la que solo caben relaciones de amor.