Sep
Los hombres te creen rígido y severo
2 comentariosSigo ofreciendo algún fragmento de la meditación de Jerónimo Savonarola a la que me referí en un post anterior. Por una parte, el dominico afirma que pecar es amar a la criatura por sí misma. Por otra, crítica a los hombres que creen en un Dios rígido y severo, quizás para justificar de esta forma su severidad, olvidando eso de que con la medida con que juzguemos a los demás seremos juzgados nosotros:
“Contra Ti sólo he pecado, precisamente porque me has mandado que te ame a Ti por Ti mismo y que refiera a Ti el amor de las criaturas y yo he amado más a la criatura que a Ti, al amarla por sí misma. ¿Qué es pecar sino amar a la criatura por sí misma? ¿Y qué es esto sino obrar contra Ti? El que ama a la criatura por sí misma, convierte a la criatura en su Dios. Por eso yo he pecado contra Ti, porque he convertido en mi dios a la Criatura…
¿Lejos de tu espíritu, adónde iré? ¿Adónde huiré de tu rostro? ¿Qué haré? ¿Adónde volverme? ¿Qué defensor encontraré? ¿A quién puedo suplicar sino a Ti, Dios mío? ¿Quién tan bueno? ¿Quién tan piadoso? ¿Quién tan misericordioso como el que salva incomprensiblemente por su piedad a todas las criaturas? Tener piedad y perdonar, es propio de Ti, que manifiestas todo tu poder perdonando y teniendo misericordia. Confieso, Señor, que he pecado contra Ti y he hecho el mal delante de Ti. Ten piedad de mí y manifiesta en mí tu omnipotencia para que se cumplan tus palabras. Tú has dicho: ‘no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia’. Justifícame, Señor por tus palabras, llámame, recíbeme, dame obrar frutos dignos de penitencia: por eso has sido crucificado, por eso has sido muerto y sepultado”.
Refiriéndose a sí mismo dice: “Muchos dicen: Dios lo ha abandonado”. Y añade, dirigiéndose a Dios: “Vence, Señor, a los que hablan así de Ti, no me abandones nunca. Dame tu misericordia, tu salvación y ya están vencidos… Dicen que no tendrás piedad de mí, que me arrojarás de tu presencia, que no me acogerás nunca. Así te juzgan los hombres, así hablan de Ti los hombres; éstos son sus juicios. Pero Tú, piadoso, Tú, misericordioso, ten piedad de mí y vence sus juicios: muestra en mí tu misericordia, alabada sea tu piedad. Haz de mí uno de los vasos de tu misericordia... Los hombres te creen rígido y severo: véncelos con tu piedad y tu dulzura para que aprendan ellos a tener piedad de los pecadores y se encaminen los que delinquen a la penitencia, viendo en mí tu piedad y tu misericordia”.