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Lo ridículo del síndrome postvacacional
4 comentariosTodos los años, cuando llega el mes de septiembre, y los niños y jóvenes regresan a los Colegios; y también muchos trabajadores, que han tenido la suerte de tener vacaciones en el mes de agosto, se reincorporan a sus trabajos, se oye hablar del síndrome postvacacional. Sin duda reemprender las tareas, tras un tiempo de ocio, supone una pequeña adaptación. Pero esta adaptación no tiene porque traducirse en depresión, angustia, tristeza, mal humor, y otros síntomas asociados al descontento o a la desilusión.
Si lo pensamos bien, la vuelta al trabajo debería ser un motivo para dar gracias a Dios. Hemos tenido la suerte de tener vacaciones. Y ahora tenemos trabajo. Somos unos privilegiados. Cuando en esta España de nuestros amores hay tanta gente que no tiene trabajo, o que no puede tener vacaciones porque tienen unos sueldos míseros que no se lo permiten, los que sí tenemos vacaciones y trabajo deberíamos bendecir a Dios por lo bien que nos cuida y, de paso, solidarizarnos con tanta gente que vive en situaciones bastante más difíciles que las nuestras. Eso mismo debemos enseñar a nuestros hijos: tienen la suerte de poder ir al Colegio, de poder formarse. Son unos privilegiados.
A veces no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Otras veces nuestras quejas son un síntoma de lo bien que estamos. A uno, que se quejaba de pagar muchos impuestos en su declaración de la renta, le pregunté: ¿pero usted, cuánto gana? El síndrome postvacacional es un síntoma de que tenemos trabajo. Volver al trabajo no es una desgracia. Es algo muy positivo. Demos gracias a Dios por ello. Y favorezcamos aquellas políticas que crean puestos de trabajo. Para que todos tengan pan. Y un poco de circo también.