Sep
Lo primero que hace la Virgen María
3 comentariosEl primer texto que nos habla de la Virgen María es el relato de la Anunciación del evangelio de Lucas. Por tanto, ahí tenemos el testimonio de lo primero que le ocurre, dice o hace María. Una lectura piadosa del relato podría hacernos pensar que lo primero que hace la Virgen es decir la famosa y conocida expresión: “he aquí la esclava del Señor”. Pero no es así, pues siguiendo la literalidad del texto, lo primero que hace la Virgen es preguntar. María pide explicaciones. Y pide explicaciones precisamente porque lo que se le anuncia es un misterio que sólo puede ser acogido desde la fe. Algunos piensan que la fe requiere renunciar al pensamiento y exige una obediencia ciega. No es así. La fe requiere el pensamiento porque la fe es lúcida. Supone la inteligencia. No es para tontos y para crédulos. Porque Dios no prefiere a los imbéciles. Eso son los imbéciles los que lo dicen.
María, mujer piadosa y creyente, se encuentra ante el misterio. Por eso se hace preguntas, por eso no acaba de comprender, por eso pide explicaciones. Y una vez que las ha recibido, entonces es cuando puede hacer un acto de fe. No porque en la explicación haya encontrado la claridad, pues entonces tampoco habría fe, sino aceptación de lo evidente. Junto con las explicaciones, María recibe un signo que las apoya. No olvidemos que María es judía, y los judíos piden signos para creer. Pero la grandeza de María se manifiesta en que, tras haber oído el anuncio del signo que, racionalmente puede interpretarse de muchas maneras y, por tanto, no es un signo impositivo (“Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez”), la grandeza de María, digo, está en que cree antes de ver el signo.
Hay ambientes oficialmente religiosos en los que se tiene miedo a las preguntas. Este miedo denota, en ocasiones, la falta de respuestas. Pero cuando no hay respuestas la fe corre el riesgo de convertirse en algo absurdo, impropio del ser humano. En una fe inhumana, por tanto. Y una fe inhumana no puede ser divina. Acoger con confianza una respuesta que no desvela el misterio, pero le ofrece un sentido; aceptar un signo que tiene su punto débil, porque no es impositivo, eso es estar abierto a la fe y, por añadidura, al amor. Pues el amor no se impone ni se demuestra, pero muestra su amabilidad. La fe tampoco se demuestra, pero muestra su credibilidad.