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Lo posible y lo concluyente
2 comentariosEn estos últimos días han aparecido dos manifiestos muy distintos sobre el aborto, autocalificados de “científicos”, a los que se han adherido expertos de reconocido prestigio. En uno, con el que estoy fundamentalmente de acuerdo, se deja claro que el aborto es la supresión de una vida que, además, deja secuelas psicológicas en la mujer. En el otro se afirma que, desde el punto de vista científico no es posible afirmar cuando comienza la vida humana. Una cosa es hablar de vida desde el momento de la fecundación y otra es afirmar que esta vida es humana. En todo caso, me parece a mi, que no soy ni médico ni biólogo, que lo menos que se puede decir es que la vida fecundada es teleológicamente (=tiene una finalidad) humana. Y quizás en este mínimo podríamos estar de acuerdo todos, aunque no lo estemos en las consecuencias que se derivan.
A la vista de estos documentos se me ocurre una reflexión que va más allá de la ciencia. Cuando se dice que hay asuntos que deben ser resueltos por la ciencia, debemos antes preguntarnos si hay un consenso suficiente entre los científicos. De la misma forma que cuando decimos que buscamos dialogar -por ejemplo con el Islam- desde la razón “que todos se ven obligados a aceptar” (como decía Tomás de Aquino), no debemos olvidar que no todos estamos de acuerdo en el alcance de lo “razonable”. Lo mismo cabría decir de la Escritura: todos los cristianos apelamos a este texto sagrado, pero no estamos de acuerdo en lo que allí se dice. Cuando apelamos a la ciencia o a la Sagrada Escritura, la tradición en la que nos situamos, los intereses y las experiencias que hemos vivido, nos conducen a una u otra lectura de los mismos datos. Importa, pues, distinguir entre lo razonablemente posible y lo razonablemente concluyente.
Partiendo de los mismos datos no todos interpretamos lo mismo. De entrada, eso debería conducirnos a la escucha mutua y al diálogo. El problema comienza cuando alguien pretende apropiarse la razón para sí solo y, en consecuencia, descalifica como no razonables a los discrepantes de su posición. Así es imposible el diálogo.