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Líderes políticos y religiosos
2 comentariosUn líder es una persona capaz de influir en los demás. Dicho de otra manera: es aquel que “lleva la voz cantante” dentro de un grupo, aquel cuya opinión es la más valorada. El liderazgo no coincide necesariamente con la jefatura. Una persona puede ser jefe de un grupo y no ser su líder, y puede ser el líder sin ser el jefe. El jefe tiene poder, bien porque la ley se lo ha otorgado o bien porque impone sus decisiones mediante el miedo o la fuerza. El líder tiene capacidad de influencia, que viene determinada por la autoridad moral que ejerce sobre los miembros de un grupo. El líder tiene capacidad de conducir, orientar, e incluso provocar cambios en el poder. A veces, los mejores líderes prefieren no ejercer el poder, para así influir mejor en los demás.
¿Tenemos buenos líderes en política? Se diría que tal como van las cosas en este país nuestro, no los hay. Al menos no hay buenos líderes respetados por todos, con capacidad de tender puentes, buscar consensos, acercar posiciones, evitar conflictos. Lo que tenemos son políticos ambiciosos que convencen a los ya convencidos y desagradan a los no convencidos de sus propuestas (por cierto, propuestas muchas veces irrealizables). Este tipo de liderazgo, suele terminar convirtiéndose en dictadura. Así la política se reduce a una búsqueda del poder, de todo el poder.
¿Tenemos buenos líderes en el campo religioso? Si miramos a la historia podemos encontrar personas respetadas por unos y otros con capacidad de influencia y arrastre. Los nombres de Mahatma Gandhi o de Martin Luther King son buenos ejemplos. Y en el espacio católico las y los fundadores de Ordenes y Congregaciones religiosas (Francisco, Teresa, Domingo, Ignacio) también han sido personas con capacidad de arrastre, que han seducido y enamorado a otros, sin necesidad de descalificar a nadie.
Un buen párroco o un buen Obispo deben tener capacidad de liderazgo o, al menos, saber rodearse de buenos colaboradores. ¿Es el caso hoy de la Iglesia española? No es fácil ser un buen líder. No todos tienen las capacidades requeridas. Pero, al menos, hay que pedir a los dirigentes religiosos honradez en su vida personal, justicia en sus decisiones, misericordia con los débiles, en suma, ser un buen ejemplo de vida evangélica o, al menos, no ser motivo de escándalo. No por hacer muchas cosas se es un buen líder. Quizás se es un buen organizador.
Hoy, en la Iglesia española, hay laicos preparados, inquietos, convencidos de su fe. Pero son pocos. Y eso influye, tanto o más que el tener buenos presbíteros, en la capacidad de influencia de la Iglesia. Necesitamos laicos formados y comprometidos, que sepan “decir” la fe en la cultura actual y en las circunstancias en que hoy nos toca vivir, y que sepan también decir una palabra adecuada e inteligente a sus pastores, siempre que sea necesario. Digo bien laicos formados, comprometidos, con una fe sólida, que no es lo mismo que laicos intransigentes, imbuidos de clericalismo, nostálgicos de un pasado que nunca volverá.