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Ley natural y/o derechos humanos
6 comentariosLa categoría “ley natural”, con su recurso a la racionalidad, tiene el mérito de haber señalado algo importante: que, hasta cierto punto, es posible ser feliz y vivir moralmente sin ser creyente y, por tanto, sin seguir a Jesús. Interesa notar que la categoría “ley natural” no es cristiana. Fue tomada del pensamiento griego, aunque muchos la vinculan con el cristianismo. Quizás por eso, la reflexión filosófica y la cultura ético-jurídica del momento actual prefiere servirse del concepto “derechos humanos”. Se trata de un cuerpo de derechos del Hombre, universales, anteriores y superiores al ordenamiento jurídico positivo, fundados en la naturaleza humana.
Estos derechos humanos deberían convertirse en el terreno ético compartido por todos. Hoy muchas personas y grupos humanos están de acuerdo en la búsqueda de valores éticos y universales. La regla de oro de esa ética universal, en la que podrían converger posturas religiosas y no religiosas, podríamos denominarla “ley de la reciprocidad ética”, y se formularía así: haz con los demás lo que quisieras que ellos hicieran contigo y no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Esta regla de oro permitiría superar las discusiones, condicionadas culturalmente, sobre lo que es “natural”, discusiones que ya se planteaban en la antigüedad a propósito de la esclavitud, considerada “natural” por muchos; y que se siguen planteando en la actualidad sobre otras cuestiones relacionadas con la dignidad de la mujer o lo sexual.
El Papa Juan Pablo II abogó por la búsqueda de un código ético común para la humanidad (que no tendría que negar o eliminar el legítimo pluralismo de opciones morales), cuando dijo: “las normas que han de regir la vida social deben buscarse dentro del hombre como tal, en el ámbito de la humanidad universal surgida de las manos del Creador... En toda la variedad de las formas culturales hay valores universales, que deben ponerse en evidencia y resaltarse como fuerza rectora de todo desarrollo y progreso”. Estos valores universales, fundados en el auténtico bien de la persona, son la base del diálogo entre las culturas y de la búsqueda de criterios comunes que regulen un actuar moral conforme a la naturaleza misma del sujeto, así como una ayuda para distinguir las leyes justas de las injustas. De este modo la obligación moral no aparece como una ley extraña impuesta desde el exterior, sino como la “ley del propio ser”.