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Las tristes despedidas
1 comentariosLas despedidas son tristes. Incluso cuando sabes que aquel del que te despides va a un buen lugar en el que se encontrará con el amado de su alma; se encontrará con Aquel y aquello que, quizás sin saberlo expresar, ha estado buscando afanosamente toda su vida. También para los creyentes, los que saben a donde van los que se despiden, el momento de la despedida final de una persona querida es triste. Pero en los creyentes en Cristo la tristeza y las lágrimas van unidas a la esperanza.
La esperanza no disminuye la tristeza; hace que ésta se viva de otra manera. Porque la esperanza no es la vana espera de un futuro del que nada se sabe y por no saber ni siquiera se sabe si existe. La esperanza cristiana es cierta, segura. En eso la esperanza se diferencia de la espera. La espera no considera las posibilidades de obtener lo que se espera. Así por ejemplo, uno espera que le toque la lotería, pero las posibilidades de que esto ocurra son prácticamente nulas. La esperanza, por el contrario, se apoya sobre un poder que la hace posible. Uno tiene esperanza en ganar unas oposiciones porque ha dedicado muchas horas a estudiar bien el temario. Más segura es la esperanza cristiana, que se apoya en el amor y el poder de Dios.
Un amor que es posible experimentar ya. De ahí esta expresión de San Pablo: la esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Es la experiencia de vivir hoy en comunión con Cristo, de experimentar la fuerza de su Espíritu obrando en nuestra vida, lo que da todo su sentido a la esperanza cristiana.
Y un poder capaz de resucitar muertos, que en la resurrección de Cristo ha encontrado su mejor realización. Este poder es similar al poder de suscitar vida: si Dios es capaz de sacar vida de donde antes no la había, ¿cómo no va a ser capaz de devolver la vida? El mismo poder capaz de suscitar la vida es el que la mantiene y el que puede seguir manteniéndola por toda una eternidad.