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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Ago
2017

La muerte de María

2 comentarios
Virgendeespaldas

A veces se olvida que el dogma de la Asunción supone un dato previo: el de la muerte de María. Juan Pablo II, en la audiencia general del 25 de junio de 1997, advirtió que quienes piensan que María no murió, se apartan de la tradición común de la Iglesia. Porque ha muerto, María ha resucitado y ha entrado en la vida eterna. Esa es la esperanza de todos los mortales. El único modo de subir al Padre es saliendo de este mundo, y se sale de este mundo muriendo. Ocurrió con Jesús de Nazaret. Ocurrió con su madre. Ha ocurrido con los que nos ha precedido en el signo de la fe. Y ocurrirá con cada uno de nosotros. Con la Asunción no ocurre algo único, sino aquello a lo que todos estamos destinados. Hay un verso de la liturgia castellana de las primeras vísperas de la fiesta que sintetiza el logro de nuestra esperanza, realizada en María: “¡Dichosa la muerte / que tal vida os causa! / ¡Dichosa la suerte / final de quien ama!”.

Pero hay más. Pues en el misterio de su Asunción contemplamos realizado aquello mismo que todo cristiano espera encontrar cuando termine su peregrinación en este mundo. María está en la gloria celeste en “cuerpo y alma”, según la antropología con la que se expresa la fe. Así, la Asunción de María orienta hacia un aspecto fundamental de la escatología cristiana: la salvación integra todas las dimensiones de lo humano. Si no fuera así, si algo nos faltase, nuestra felicidad sería incompleta. Lo que acontece en María, estar unida a Cristo glorioso con toda su realidad, es el buen modo de estar al que todos estamos llamados.

La esperanza cristiana, a la luz del misterio de la resurrección de Cristo, afirma que hay un modo de vivir y de morir que no desemboca en el vacío, sino en la gloria del cielo. La fiesta de la Asunción, que es también la fiesta de la virgen muerta (tal como recuerdan muchas representaciones iconográficas de los países mediterráneos), es la celebración de una muerte que, a la luz de Cristo, puede ser dichosa: “¡Dichosa la muerte, que tal vida os causa!”, Para los creyentes, hay una muerte que no es muerte: “la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrena, se nos prepara en el cielo una mansión eterna”, dice uno de los prefacios de la liturgia eucarística. Lo que afirmamos de María es lo que Dios prepara para todos.

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ivan grillo
13 de agosto de 2017 a las 19:12

De las cosas oscuras y verdaderamente misteriosas, esta la existencia de la otra vida, si es que la hay desde luego. Los que creemos en un Ser Supremo y Creador pensamos que después de la muerte en este mundo entramos en un mundo de una dimensión y estado desconocido y por supuesto misterioso, del cual nadie hasta hora ha regresado a contar como es, que pasa ahí. Lo cierto, única cosa absoluta que nadie ha podido negar es que todos absolutamente todos hemos de morir. Por lo tanto todo lo que se diga es pura y llana especulación del cual no hay fundamento para probar. Hoy la teología ha determinado que este es un estado, no un lugar como se creía hasta no hace algún tiempo. Si todos dejamos en este mundo nuestro cuerpo material, pasamos al otro en un "cuerpo espiritual". Allí será donde deberemos dar cuenta y razón de nuestra conducta en este mundo. Hay que decir algo espeluznante: ni son todos los que están, ni están todos los que son. La gloria eterna, la visión beatifica es cosa que solo concierne a Dios proveerla. Ni con dinero, ni con rezos, ni con cosas materiales se consigue. Jesús, lo expreso muy claramente, les recomiendo leer muy detenidamente el pasaje del evangelio de Mateo en su capitulo 25, versículos del 31 al 46. Quien tenga ojos para leer y mente para entender, que entienda.

Juan
13 de agosto de 2017 a las 21:41

"la Virgen María ha muerto" ¿Ha muerto o se durmió? Hubo un tiempo en que muchos teólogos afirmaban que la Virgen María se había ido al cielo en un sueño: así de lindo! Gracias, fray Martín, por llamarle a las cosas por su nombre, pues no resta nada a la santidad de María. Creo que el orden de los dos blogs debiera cambiarse: este segundo como primero y el primero como segundo: pues no es más grande el discípulo que el maestro: murió Jesús, murió la Virgen, y moriremos todos. Y nuestra esperanza está ciertamente en el Señor.

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