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La medida del cristiano
5 comentariosTanto en el terreno deportivo como en el educativo, uno es considerado tanto mejor deportista o mejor estudiante cuanto mayor es la medida con la que puede compararse. Uno es considerado deportista grande, de elite, no cuando es capaz de vencer a los que son inferiores a él, sino cuando es capaz de medirse con los que son superiores. Según con quien se mide, mejor deportista es. Lo mismo ocurre en el terreno educativo: la capacidad de mi inteligencia es tanto más grande cuanto mejor puedo seguir las explicaciones de los grandes maestros. Entonces es cuando mis posibilidades de aprendizaje alcanzan su máximo grado, porque la medida de mi inteligencia es el gran maestro y la ciencia más elevada.
Hay una historia en el libro del Génesis que resulta oportuno recordar, porque la medida del luchador en el combate es, ni más ni menos, que Dios. Se trata de la lucha de Jacob con Dios. A pesar de no poder con Él (Gén 32,26), Jacob es grande “porque ha sido fuerte contra Dios” (Gén 32,29). Hay que medirse con lo grande, no con lo pequeño. Y ahora la gente se mide con lo pequeño. La grandeza del cristiano está en su capacidad de medirse con Dios. Se convierte así en un humano cuya medida es Dios. Ya decía Kierkegaard que un vaquero que se mide con sus vacas es un “yo inferior”; igualmente un soberano midiéndose con sus esclavos es un “yo inferior”. En ambos casos falta la escala.
La escala del cristiano es Dios. Se comprende así una de las últimas convicciones que dejo escritas Juan Pablo II: “El ser humano no puede comprenderse del todo a sí mismo teniendo como única referencia las otras criaturas del mundo visible. El hombre encuentra la clave para comprenderse a sí mismo contemplando el divino Prototipo, el Verbo Encarnado, el Hijo eterno del Padre”.