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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Ene
2013

La fe, presupuesto de la ciencia

13 comentarios

La fe y la ciencia están intrínsecamente relacionadas, hasta el punto de que en la base de toda búsqueda humana de verdad, incluida la investigación científica, está la confianza. Los niños, en la escuela, aprenden porque se fían del maestro. Y las ciencias progresan porque los investigadores no parten de cero, sino que aceptan (creen) las conclusiones a las que otros han llegado. Pero el motivo radical por el que la fe está en la base de toda ciencia no es solo práctico, sino más profundo, filosófico y teológico. El científico parte, explícita o implícitamente, de una premisa de fe: confía en que el mundo natural es inteligible y en que merece la pena buscar la verdad. La ciencia presupone que buscar la verdad merece la pena y que la realidad es inteligible. La teología ofrece una respuesta a la pregunta de si esa confianza que subyace a toda investigación es justificable.

Según explica la ciencia, y explica bien, la mente humana procede por evolución del mundo natural. Pero si nuestras mentes han evolucionado gradualmente a partir de un mundo natural desprovisto de cualidades mentales, ¿por qué deberíamos confiar en que esas mismas mentes sean capaces de ponernos en contacto con la realidad?, ¿dónde ha adquirido la mente competencia tan excelsa, dado su origen puramente natural?, pregunta acertadamente John F. Haught, uno de los grandes expertos en las relaciones entre ciencia y teología. De hecho, si la mente humana es un resultado azaroso y casual de una evolución desprovista de sentido y propósito, lo lógico sería no confiar demasiado en ella.

Haugt cita una carta de Darwin dirigida a uno de sus amigos en la que se pregunta si la última consecuencia de la selección natural no será desconfiar de nuestra mente para alcanzar la realidad: “De continuo surge en mi la horrenda duda de si las convicciones de la mente humana, que se ha desarrollado a partir de la mente de animales inferiores, tienen algún valor, si son verdaderamente dignas de confianza. ¿Confiaría alguien en las convicciones de la mente de un mono, suponiendo que una mente así pueda albergar algún tipo de convicción?”.

La ciencia evolutiva no puede justificar por sí sola la confianza que depositamos en nuestra mente. Y, sin embargo, confiamos. La teología ofrece una respuesta: el universo es inteligible y la mente es digna de confianza porque ambos tienen su origen último en un Logos, en una Razón divina que nos envuelve y nos precede.

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Marceliano dee Garganta y Sauras
9 de enero de 2013 a las 09:28

Me has dejado de piedra, Martin. Dices que la ciencia explica, y explica bien, que la mente humana procede por evolución del mundo natural. ¿Que lo explica bien? Y uno sin enterarse. ¿Has resuelto por ti solito el problema mente-cuerpo? Se declara, cierto, que la mente humana procede de la mente animal. Pero, eslo es, se declara. Se conocen ciertas analogías entre determinados conocimientos de los primates y el primate singulare que es el hombre. Pero, la ciencia, que uno sepa, ignora a qué se debe el enorme hiato entre la inteligencia animal y la inteligencia humana. Lo atribuye a la complejidad del cerebro, pero en este no hay circuitos encontrados que den cuenta de ese salto, ni de esa presunta evolución. Me imagino que te referirás a una carta con Asa Gray,botánico nortamericano que defendió las tesis de Darwin y con quien mantuvo una extensa correspondencia. Este, lo mismo que hiciera Wallace, negaba la aplicación al hombre de la selección natural. Es un epistolario que merece la pena leer para entender muchas dudas de Darwin.

La fe es preámbulo de la ciencia en muchos ámbitos. Pero siempre sometida a cuestionamiento. El alumno no pone en duda la segunda ley de la termodinámica, sobfre todo si entra en examen,pero el profesor tiene la obligación de buscarle apoyo. Aunque el juego de las paradojas pueda ser atractivo, la verdad del teólogo reza en sentido inverso: la ciencia, presupuesto de la fe.

Bernardo
9 de enero de 2013 a las 10:30

Creo que es el dato incontrovertible: toda acción humana, y la ciencia lo es, requiere de un contexto de confianza que lo haga posible. Es curioso que quienes son tomados por locos no son los que han perdido la razón, sino aquellos que solo utilizan la razón para mirar el mundo. La fe es previa a cualquier acto racional, está inscrita en ese mismo acto de forma que lo posibilita. Claro, se trata de una fe no transcendente, una creencia (believe) diría Hume, pero la única posibilidad de llegar a conocer algo en realidad. Es un círculo hermenéutico cerrado: para conocer cualquier cosa debo tener previamente algún tipo de conocimiento y eso me viene dado, como por naturaleza, mediante la fe, un tipo de fe.

legenda_SC
9 de enero de 2013 a las 10:46

Puede ser que en vez de ser la teoría de Darwin cierta,descubramos mañana un nuevo animal que la contradiga por ejemplo un pájaro.Las teorías de la ciencia tampoco están tan claras y al cabo de unos años puede ser que tengamos nuevos descubrimientos

Álex
9 de enero de 2013 a las 14:58

La Teología, estimado padre, no ofrece ninguna respuesta a nada científico. No solo eso sino que siempre proponía lo contrario de lo que la ciencia explicaba y por eso (y sus tribunales) fue un palo en rueda del conocimiento.
El cerebro es una estructura biológica más, como el ojo, el oído o la uña del pie. Usted dice que “si la mente humana es un resultado azaroso y casual de una evolución desprovista de sentido y propósito, lo lógico sería no confiar demasiado en ella”. ¿Por qué? También lo es el estómago, y digiere si funciona bien; y el corazón, y bombea; y el hígado y la espina dorsal. El error es seguir considerando a la mente como algo externo, impropio de un organismo vivo, una rex cogitans fantasmal. Pero la mente no es más (ni menos) que el producto de conexiones nerviosas que no conocemos bien, algo material y por eso no funciona como debería, por eso falla, inventa, desproporciona, olvida, es irracional, involuntaria, etc. Es producto de la evolución material, no de ningún designio divino. Mientras la neurociencia se enfrenta a un órgano muy difícil de estudiar, la teología habla de algo que a lo mejor no existe, y por eso está fuera de lugar ponerla como guía del conocimiento verdadero: eso ya solo depende de los científicos (con sus dudas, errores y malabarismos epistemológicos). (Por cierto: ¿por qué los teólogos siempre están tan hábiles en detectar carencias en el conocimiento científico y nunca en el filosófico ni teológico? La ciencia habla de un mundo exterior a la mente que es real y cognoscible; la teología habla de algo… que sólo los silogismos puramente racionales pueden construir y nunca demostrar.) El cerebro es nuestro, no se lo apropien, quédense con el alma y divinícenla todo lo que quieran. Gracias.

Marceliano de Garganta y Sauras
9 de enero de 2013 a las 17:36

Alex no sé si el Padre Gelabert le responderá a su concepto (el de usted) sobre Teología y las relaciones históricas que usted se inventa. Me ceñiré al campo de la neurociencia. De entrada, resulta un disparate desde el punto de vista biológico separar el ojo o el oído del cerebro. La biología tampoco entiende de res cogitans. No entiende, que no es lo mismo que no exista. Sino que no le compete. Lo de fantasmal lo pone usted, no la ciencia. Hablo incluso desde su óptica antidualista. Supongo que habrá oído hablar de los distintos conceptos de mente dentro de la tesis monista, que, en ningún caso, la califican de fantasma, aunque no todas admitan que sea reducible a bioquímica.

Álex
9 de enero de 2013 a las 23:09

Gracias Marceliano por su contestación. No sé si ha pretendido darme la razón porque es precisamente lo que ha hecho en mayor o menor medida. Yo nunca he separado nada, ni siquiera el pensamiento del cerebro porque el primero solo se da en el segundo, y no en ningún otro sitio externo como muchas filosofías históricas han pretendido. Tal disparate, que lo es, no se me puede achacar a mí. La res cogitans ni se entiende ni existe. O mejor, se entiende a pesar de no existir. Es como el alma.
El pensamiento solo es química porque no puede ser otra cosa igual que el sistema endocrino lo el digestivo. No conocemos la mecánica, pero sí que es el cerebro el que piensa, no un no sé qué (perdone si lo de fantasmal le ha parecido ofensivo; no lo pretendía) trascendental. De hecho, cuando la materia cerebral falla, el pensamiento falla, y no se puede trasladar ese no sé qué a otro soporte físico como el hígado (ojalá). El pensamiento es el producto de un órgano biológico como la reproducción lo es de otro. Lo demás es buscarle tres pies al gato para cuadrar el círculo de personas que creen en Dios (y pienso que nada desdice de Dios el hecho de que el pensamiento sea puramente orgánico, lo mismo que el sistema inmune, que, dicho sea de paso, es imprescindible, cosa que el pensamiento no lo es).
Por último le diré que la teología negaba la rotación de los astros, el heliocentrismo, la circulación sangüínea, la evolución humana, la edad geológica y más cosas. Y no me lo invento. Gracias. Un saludo.

Oscar
10 de enero de 2013 a las 11:05

Lo que usted dice, P. Gelabert, si le entiendo bien, me parece convincente: en la base de toda búsqueda científica está la confianza, al menos la confianza de obtener algún resultado. Sin esta confianza nadie emprendería una investigación. Luego la fe no es algo inhumano, pertenece a la estructura de lo humano, es una dimensión antropológica fundamental de lo humano, como usted bien explica en su libro sobre las virtudes teologales.

Marceliano de Garganta y Sauras
10 de enero de 2013 a las 11:45

Con permiso del Padre Gelabert. Alex, el sistema endocrino consta de moléculas (hormonas); en el sistema digestivo operan moléculas (principalmente, enzimas). ¿Qué moléculas componen u operan en el pensamiento? Nadie niega que exista un correlato neuronal del pensamiento. Igual que existe un correlato hardware de la inteligencia artificial (software). Pero la información que corre por éste no es el cable del circuito, sino el programa que ha puesto el humano.

Por no abusar del blog de Gelabert: los casos de loposición de la Teología a la ciencia son, salvo el heliocentrismo, propuesto por un canónigo, no se olvide, falsos. La Iglesia no se opuso a la teoría harveyana, ni al evolucionismo del hombre, ni a la tectónica de placas (y, por ende, evolución histórica de la geología). Son latiguillos de Draper y otros (White, etc.) carentes de base. Sin quitar hierro al caso Galileo, recuerde que la Iglesia lo aceptaba como hipótesis especulativa.

Dña. Pantaleona Roca
10 de enero de 2013 a las 13:56

Estimados Señores, están ustedes metidos en una acalorada discusión. Tendríamos primero que definir cuando hablamos de ciencia a qué nos estamos refiriendo (es un concepto muy general) y precisar el concepto de fe (se refiere a fe en la ciencia o bien, la fe religiosa, ya que no es lo mismo).En cuanto a la relación entre ambas se podría ver de la siguiente manera: 1) enfrentadas. 2) separadas.3) Interrelacionadas.

Álex
10 de enero de 2013 a las 17:18

Dña. Pantaleona, gracias. Pero yo no tengo que definir qué es ciencia, la practico todos los días (hasta que me recorten del todo). Si acaso los que no saben lo que es deberían acercarse a ella sin conceptos teológicos previos. Tampoco tengo que referirme a la fe en la ciencia porque tal cosa es un oxímoron. La ciencia intenta explicar la realidad desde la realidad misma con categorías racionales, experimentos repetibles y contrastables y conclusiones demostradas. Eso es, grosso modo, la ciencia. Una hipótesis no es fe. E intentar explicar un hecho científico (sea el pensamiento) con métodos no científicos (teología, filosofía, estética) es lo mismo que querer curar un cáncer agitando un sonajero. No sirve para eso.
La fe y la ciencia solo están juntas cuando la fe acepta lo que demuestra la ciencia. La ciencia no es subsidiaria de ninguna creencia religiosa por mucho empeño loable de racionalidad que ponga.

P. D. ¿Le parece un debate acalorado? Solo es un debate. Lo siento, yo no pretendo nada de eso. Para un sitio interesante que encuentro en internet para debatir sobre ciencia y fe... Que yo no sea creyente no implica que sea irrespetuoso con las personas que creen. Si a alguien le ofende o le molesta mi presencia, por favor me lo diga y abandono. No estoy para ofender a nadie ni para faltarle al respeto, pero no por eso voy a poner en el mismo nivel el conocimiento y la creencia. Porque no lo están
Un saludo cordial. Gracias

Dña Pantaleona
11 de enero de 2013 a las 10:34

yo no he entendido mal al Sr. Alex, es científico ya que se dedica a la ciencia y es además cientificista, en cuanto que el único conocimiento válido, para dicho Señor, es el obtenido a través del método y la investigación científica y además le confiere la máxima importancia a la ciencia y sus métodos.
Pretende que los teólogos y teólogas, aceptemos su cientificismo sin ningún prejuicio teológico. Respecto a la fe, dice este Señor, que es un oxímoron en la ciencia ¿Pero sabe qué significa la fe religiosa? Creo que no ¿Por qué no prueba usted Sr. Alex a acercarse a la fe religiosa sin prejuicios racionalistas ni cientificistas? Le puedo anticipar (sin negar nada del conocimiento científico y verdades científicas) que es una certeza. La fe no es creer lo que no se ve. Es tener la certeza y total seguridad de que Dios existe y es la VERDAD. La fe no es irracional y los creyentes hemos de dar razón de ella. Como es evidente, esta certeza puede ser compatible con el conocimiento y saber científico; hay muchos científicos que sirven a Dios en su quehacer científico diario.
Este año es el año de la fe: “Porta fidei” declarado por Benedicto XVI. En conclusión: no todos tenemos la obligación de ser cientificistas, lo mismo que usted no tiene la obligación de ser creyente. Estamos en libertad de opinión y elección.

Andrés
11 de enero de 2013 a las 12:59

De verdad, da pereza leer ciertas cosas. Álex, se ha quedado usted en el siglo XIX. No hace más que ir a lugares comunes y tópicos más que superados.

Le adjunto, por si le puede ser útil, unas declaraciones de Manuel Carreira.

Manuel Carreira es sacerdote jesuita, licenciado en Lenguas Clásicas por la Universidad de Salamanca, licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad de Comillas, licenciado en Teología por la Facultad de Teología de la Universidad de Loyola (Chicago), máster en Física por la Universidad John Carrol (Cleveland), doctor en Física por la Universidad de Washington por su trabajo sobre los rayos cósmicos (dirigido por el Dr. Clyde Cowan, uno de los descubridores del Neutrino, junto con Fred Reines, ganador del Premio Nobel).

Trabajó para la NASA desarrollando un detector de rayos gamma que fuese usado en un satélite artificial y un sistema de control de fibras ópticas para aviones y sondas espaciales.

Me imagino yo que este hombre sabe algo de lo que significa ciencia y teología, ¿no le parece?

El creyente ante la ciencia http://www.ele.uva.es/~pedro/varios/Carreira.htm

Ciencia y fe, relaciones de complementariedad http://www.elsentidobuscaalhombre.com/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=222&te=166&idage=308&vap=0

Verdad, ciencia y fe http://unirprofescatolicos.files.wordpress.com/2011/05/5_ciencia-y-verdad.pdf

Diálogos con la ciencia http://dialogosconlaciencia.blogspot.com.es/2010/03/ciencia-y-fe-entrevista-al-padre-manuel.html

Vídeos ciencia y fe cristiana http://www.youtube.com/watch?v=J6QoO03qrKc&playnext=1&list=PLaX_6DROfIML-e4WOYP6GRh_8c06wOXq7&feature=results_main

Conferencia en la Universidad San Pablo-CEU http://etfides.blogspot.com.es/2009/07/ciencia-y-fe-relaciones-de.html

Un saludo cordial.

decía Unamuno
11 de enero de 2013 a las 23:14

Un autor como Miguel de Unamuno advertía contra los riesgos de lo que denomina cientifismo, ( cuando la ciencia se sale de sus límites y se convierte en una ontología) advirtiendo de esta forma; “Por terribles que sean las ortodoxias religiosas, son mucho más terribles las ortodoxias científicas” Y añadía “El autentico científico no es cientifista, pues respeta los limites de la razón”

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