Dic
La familia que Jesús vino a instituir
5 comentariosLa fiesta de la Sagrada Familia, encuadrada dentro del ciclo de Navidad, manifiesta un aspecto fundamental del misterio de la Encarnación. Dios, para hacerse hombre, necesita de una familia. Me temo que en las homilías que se harán este domingo serán pocos los que hablen del misterio de la Encarnación. Y muchos los que hablen de la familia como una institución atacada por una sociedad paganizada. Posiblemente añadirán que aquí está la Iglesia para defenderla. Más aún, ¡aquí está la Iglesia que es la única que la defiende! Bien está que la Iglesia defienda la familia, pero lo que no conviene es pensar que esa es su tarea principal. Si de familia hay que hablar en la Iglesia, conviene empezar por “otra” familia, la de los hijos de Dios, que es la familia que nace con Jesús, y la que Jesús asume como suya.
Benedicto XVI, en la encíclica Spe Salvi, al hacer el elogio de la madre de Jesús, dice cosas sorprendentes que, aunque sea para compensar las muchas que se van a decir en nuestros templos en este domingo, conviene que se oigan. Se refiere a María como la que tuvo que “quedar a un lado”, o sea, aprender a desprenderse de los lazos de la carne que la unían con Jesús, “para que pudiera crecer la nueva familia que El había venido a instituir”. ¿Cuál es esta nueva familia? La de los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica, una familia fundamentada en la fraternidad, reunida en torno a una mesa común, en la que hay pan para todos, en la que nadie pasa hambre, en la que se comparten los bienes y la alegría. María no encuentra su sitio hasta que se “une de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe”.
La institución familiar es un asunto humano, antes de ser una cuestión eclesial. Este asunto humano puede recibir luz y sentido nuevos fijándose en la nueva familia que Jesús quiere fundar. Si así lo hace, la familia cristiana no tiene porque estar a la defensiva, ni sentirse atacada, ni encontrar enemigos por todas partes, porque lo que busca son amigos. Y uno encuentra lo que busca. La familia cristiana no se define por contraste ni por contraposición. Los lazos que la unen no son los de la carne y de la sangre, sino los que brotan del amor. Así se convierte en familia de Jesús, y en realización y modelo de la Iglesia.