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La ciencia no salva, solo salva el amor
4 comentariosAunque el diálogo entre religión y ciencia puede ser beneficioso para ambas partes, y aunque no pueda hacerse hoy teología al margen y menos en contra de los datos de la ciencia, no hay que olvidar que no es la ciencia lo que salva al ser humano. El ser humano es salvado por el amor. Esto es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento que da nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Si existe el amor absoluto, con su certeza absoluta, entonces suceda lo que suceda, estamos salvados. Esto es lo que se ha manifestado en Jesucristo: un Dios que no es lejana causa primera del mundo, sino presencia viva y cercana para todos los que lo acogen.
Más aún, el creyente está convencido de que el mundo, en última instancia, no está gobernado por las leyes de la materia, sino por un Dios personal. Si conocemos a Dios y él a nosotros, entonces ya no somos esclavos del universo y de sus leyes; somos libres. El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la causalidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor.
La ciencia nos proporciona un mapa del lugar en el que estamos, de dónde venimos y adónde podríamos ir. Pero las amenazas no vienen de la ciencia, sino de quienes pretenden erigirse en sus dueños. Por eso es importante recordar que quien lleva el timón de este barco, que es el mundo, no son las fuerzas del mercado, los ejércitos, el gran imperio norteamericano o la pura casualidad. Quién lleva el timón es Dios.