Jul
Jornada mundial de abuelos y mayores
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El Papa Francisco instituyó hace dos años la jornada mundial de los abuelos y de los mayores, que desde entonces se celebra en toda la Iglesia el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos maternos de Jesús. El tema de esta jornada es: “su misericordia se extiende de generación en generación”. Es un tema que nos recuerda el encuentro de María con su anciana pariente Isabel. Tras escuchar el saludo de Isabel: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, María responde con un cántico de alabanza en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de generación en generación.
El Papa, en su mensaje con motivo de esta jornada, nota la cercanía de fechas entre esta jornada de los abuelos y la jornada mundial de la juventud que se celebrará a principios de agosto en Lisboa. Esta cercanía de fechas nos invita a reflexionar sobre la relación y cercanía que debe haber entre jóvenes y mayores. Dice el Papa: “Dios desea que los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vivencias. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente”. ¡Cuánta razón tiene el Papa! Sucede frecuentemente, y no solo con los ancianos, sino con los enfermos y con todas aquellas personas que ya no nos resultan útiles o que consideramos un estorbo para nuestros proyectos, que los relegamos, los marginamos, los minusvaloramos.
El Papa invita a los jóvenes a realizar gestos concretos para abrazar a los abuelos y a los ancianos. E invita a los jóvenes que se están preparando para ir a Lisboa a que antes de ponerse en camino vayan a encontrar a sus abuelos o hagan una visita a un anciano que esté solo. Sin olvidar, añado yo, que las personas mayores no sólo necesitan ser visitadas. Necesitan ser escuchadas. En esas personas sucede con frecuencia que la capacidad de hacerse oír no es proporcional a las necesidades que tienen. De ahí la importancia de descubrir, debajo de muchos silencios, los gritos que no se hacen oír.
Los mayores, en nuestras familias e instituciones, nos han legado un pasado necesario sobre el que construimos el presente y el futuro. Seamos a no conscientes, todo lo que tenemos lo hemos recibido. No reconocer la herencia recibida es propio de personas prepotentes que piensan que, gracias a ellos todo funciona bien y que, antes de ellos, todo era malo. Recordar y agradecer lo recibido es recordar que no todo depende de las propias capacidades y ser consciente de lo mucho que nos necesitamos unos a otros. En nuestras familias y en nuestras instituciones, los mayores no son el pasado. En todo caso son el presente sobre el que se cimienta el porvenir. Si no cuidamos nuestro presente tampoco tendremos ningún futuro.