Ago
JMJ: cantidad y calidad
10 comentariosCasi un millón de personas. Esa es la cifra que me parece más exacta sobre la cantidad de gente que se reunirá en la Eucaristía del aeródromo de “Cuatro Vientos” el día de la clausura de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Esta cifra me la han dado en privado fuentes cercanas a la organización, que me parecen creíbles, aunque cuando hablamos en público todos tendemos a exagerar un poco las cosas. Pero cerca de un millón está muy bien. No hay nadie que tenga la capacidad de convocatoria que tiene la Iglesia católica. Si todos los que estarán en Madrid con el Papa se parecen a algunos que yo conozco, entonces hay que decir alto y claro que no se trata solo de cantidad, sino también de calidad. Naturalmente, también hay calidad en los que, por distintos motivos no estarán en Madrid.
Ahora bien, no sería bueno que los números nos deslumbrasen. El entonces Cardenal Ratzinger, en el jubileo del año 2000, advertía contra la tentación de buscar los grandes números. Una minoría vigorosa, operante y atractiva, tiene mucha fuerza y capacidad de influencia. De hecho, en comparación con las personas alejadas, indiferentes o no religiosas, los cristianos somos minoría. Una minoría llamada a fermentar la masa y a dar testimonio. Desde la humildad y el respeto. El casi millón de personas que se reunirán en Madrid alrededor del Papa, cuando regresen a sus lugares, posiblemente serán el pequeño resto de creyentes en medio de una sociedad indiferente. Entonces tendrán que manifestar la fuerza del evangelio desde la debilidad.
No demos a los números la importancia que no tienen. Este mismo mes un Obispo español determinaba que, en su diócesis, se suprimiesen las Eucaristías en aquellos lugares y horas en que asistieran menos de doce fieles. Un millón en Madrid y menos de doce en muchas parroquias. Cuando este millón regrese a sus lugares, donde seguramente los números serán pequeños, ¿mantendrán viva la llama del entusiasmo de la fe en lo cotidiano? Entusiasmarse en las grandes ocasiones es fácil. Lo difícil es mantenerse fieles en el día a día, cuando no hay más apoyo que la propia convicción. Mantenerse como pequeño rebaño, esa es la verdadera prueba de la fe. Cierto, algunos recuerdos pueden estimular el entusiasmo cuando las ayudas del número han desaparecido. Por eso, con todas sus limitaciones y hasta con sus servidumbres inevitables, yo apoyo las convocatorias que visibilizan que la fe no es sólo cosa de uno.