Dic
Inmaculada por ser de Dios
10 comentariosLa fiesta de la Inmaculada Concepción puede ser una buena ocasión para aclarar un malentendido que todavía se da entre muchos creyentes. Me refiero a la confusión extendida en la mentalidad común entre inmaculada concepción y virginidad de María. Supuestamente, María no tendría pecado por ser virgen. Esta confusión avala la falsa idea de que el pecado original consistiría en la relación sexual de Adán con Eva y fomenta una concepción negativa de la sexualidad en la vida cristiana. Convendría que los cristianos no difundiéramos estas ideas que luego sirven para ridiculizar la fe por parte de los enemigos de la fe.
El dogma de la Inmaculada Concepción es reciente. Los padres griegos lo ignoran y ha sido rechazado por grandes figuras como san Bernardo y santo Tomás de Aquino. Precisamente el argumento que daba Tomás de Aquino para no aceptar la Inmaculada Concepción ayudó a precisar el sentido del dogma. María, decía Tomás, necesitaba ser redimida, como cualquier otro ser humano. Por tanto, es inaceptable toda comprensión del misterio de María que dé a entender que ella no necesitaba de Cristo por no tener pecado. La declaración dogmática proclamada por Pío IX deja claro que María fue redimida con la más perfecta de las redenciones: con gracia previniente y elevante.
En la pureza de María irradia la santidad de Dios, el único santo. Así lo que ocurre con ella podría entenderse como un signo que indica a todos los cristianos donde está su meta: en vivir santos e inmaculados delante de Dios por el amor. La virginidad de María es otra cosa: es la “otra cara”, el correlato humano de la afirmación de fe en la divinidad del niño que ella lleva en su seno. Es un modo de decir que el niño que nace de María, siendo hijo de los hombres y, por tanto, tan humano como cualquier otro, a diferencia de todos los otros humanos, sólo tiene por Padre a Dios. No se puede confundir, por tanto, el dogma de la Inmaculada con el misterio de la virginidad de María. Son dos misterios relacionados, pero distintos. En María, la razón de ser inmaculada no es ser virgen, sino ser de Dios.
En cualquier caso, conviene dejar claro que todos los dogmas marianos son teológicamente correctos y legítimos sólo cuando pueden entenderse cristológicamente. Estos dogmas tienen su importancia en la medida en que en ellos se debaten cuestiones cristológicas. Es lo que sucedió en el Concilio de Éfeso cuando se debatió la verdadera Encarnación de Dios con ayuda del título “Madre de Dios”. Así y todo, hay que procurar que ni los dogmas marianos ni ningún otro, ni tampoco las manifestaciones de la piedad popular, impidan el acceso al centro y a la clave de toda fe, que es el misterio de Cristo.