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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Jul
2024

Identidad y sociabilidad

3 comentarios
identidadsocia

Cada uno tenemos conciencia de nuestra identidad: yo soy yo, y no hay otro como yo. Soy único, distinto a los demás. La identidad me hace único. Miguel de Unamuno decía de sí mismo: “soy especie única”. Cierto, hoy vivimos en una sociedad consumista, economicista y pantallizada, que pretende que todos pensemos lo mismo, consumamos lo mismo y hagamos lo mismo. Hay mucho de atinado en estas palabras de Byung-Chul Han: “nos hemos convertido en un miserable rebaño, vivimos en un redil digital”, y no abandonamos el redil porque en él encontramos nuestro alimento.

No es menos cierto que en este rebaño digital proliferan los insultos, las descalificaciones, las mentiras, amparados por el anonimato y el muro de la pantalla. Estamos más conectados que nunca, pero no estamos unidos. Y no lo estamos porque termina prevalenciendo una tendencia innata que, en sí misma es buena, pero muchas veces se corrompe, y cuando se corrompe lo bueno aparece lo pésimo, a saber, la afirmación de mi mismo (esto es bueno) a costa del otro (ahí está lo pésimo).

Esta afirmación de mi mismo a costa del otro no es sólo característica de los individuos, sino también de las colectividades. Aparecen entonces las enemistades, los enfrentamientos, las guerras, que pueden tener diferentes grados de gravedad y siempre conducen a separaciones que, a veces, resultan insalvables. Estas diferencias y enemistades se dan a todos los niveles, entre distintos grupos; y dentro de los mismos grupos, entre distintos individuos. Desgraciadamente, incluso dentro de esa sociedad fraterna, por definición, que es la Iglesia.

No hemos sido creados para el asilamiento o el ensimismamiento. Los seres humanos hemos sido creados como seres sociables, como personas llamadas al amor: “el hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social” (Gaudium et Spes, 12); por eso “no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (Gaudium et Spes, 24). Precisamente porque hemos sido creados a imagen de Dios, y Dios es Comunión porque es Amor. Sólo cuando vivimos la comunión realizamos aquello que somos, imagen de Dios. Ahora bien, la comunión, que es relación, presupone que, al menos, hay dos elementos. La relación presupone la diferencia y, por tanto, la no confusión.

Esta doble característica de lo humano, la identidad y la sociabilidad, o si se prefiere una identidad que sólo se realiza en la relación, hace que “el puente” sea elemento necesario para vivir esta doble e indisociable característica de lo humano. Hay puentes porque hay separación; y hay puentes porque es posible establecer una relación. Pero esta relación no puede establecerse sin que las dos partes separadas se pongan en camino. En el caso de la comunión interpersonal, o las relaciones entre los pueblos y naciones, no basta con que uno solo atraviese el puente; es necesario que las dos partes se pongan en camino, aunque siempre es posible que una de las partes recorra un trecho mayor que la otra.

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juan garcia
29 de julio de 2024 a las 18:15

"No os conozco". Sería una gran sorpresa que nos recibieran con un recibimiento tal: "no os conozco". Es de suma importancia el aprovecamiento del tiempo que se nos da en este mundo para hacer lo que debemos hacer. Nuestra identidad está formado por lo que se nos ha dado y lo que tenemmos que hacer por nuestra parte para realizarnos tal y como enseña nuestro retrato completo. El Creador nos dio una tarea s realizar en este mundo y tenemos que descrubirla y realizarla para completar nuestra identidad. Como seres sociables, nos realizamos en la misión de conjunto con nuestros hermanos que conviven con nosotros y debemos amarlos. En las relaciones amorosas con nuestro prójimo descubrimos lo que le falta a nuestro yo para ser perfecto. Ser el yo que debe ser y que tiene un retrato que nos dice si somos nosotros o es otro desconocido.

Chiquet
30 de julio de 2024 a las 17:44

Y detrás de esa antropología que somos (ese ser único y en relación) está, qué alivio, nuestro Dios. Un Padre rico en misericordia que ha enviado a su Unigénito en socorro de nuestros desmanes. Que quiere para nosotros un mismo Espíritu que nos hermane y ayude a alcanzarlo. Sí, es una esperanza que vale la pena intentar desde mi identidad, pequeña , circunstanciada, … desde mis errores y egoísmos aspirar a ser cristiano.

Gero
2 de agosto de 2024 a las 05:49

Qué lindas palabras. Cómo cuesta salirse de los muros propios, donde estamos seguros, sin otredad, pero también solos, y animarse a construir puentes. Pero qué fabuloso desafío. Qué el amor nos guíe. A veces ni para puentes nos alcanza y solo nos queda pasar muros, sigilosos, ilegales, o andar con remos, o barcos, refugiados, ... Decía Drexler: oigo una voz que me llama, casi un suspiro, rema! rema!... en Al otro lado del río.

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