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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Feb
2007

Idea sin base científica

9 comentarios
Leo en unas declaraciones del Profesor Santiago Grisolía: “Desgraciadamente yo creo que la idea esta que se ha vendido muy bien por muchas religiones no tiene base científica”. “La idea esta” es “si después de la muerte hay algo”.

Una primera observación interesante en esta respuesta: “desgraciadamente”. Bueno, por lo menos se reconoce que la idea es deseable. ¡Qué pena, viene a decir el profesor, que no sea verdad tanta belleza! Pero la cuestión de fondo es que tanta belleza no puede ser verdad porque no tiene base científica. En estos casos se suele entender por ciencia un conocimiento basado en datos verificables. Vistas así las cosas no queda más remedio que afirmar que algunas preguntas no tienen respuesta científica. El problema del bien o del mal; el problema de si vale o no vale la pena vivir… Son preguntas importantísimas. Por ejemplo: si uno está pensando en suicidarse, el hecho de que no tenga respuesta científica el que merezca o no la pena vivir no invalida la importancia de la pregunta.

Entrando en el fondo del problema planteado, a saber, el de la muerte, y buscando quedarme sólo en la reflexión racional (todos sabemos lo que dice la fe, pero eso ahora metodológicamente lo dejo de lado) no hay duda de que desde la razón empírica hay que afirmar: la vida como tal no tiene sentido, acaba definitivamente con la muerte. Sin embargo, una razón más crítica y cauta pudiera ofrecer respuestas más matizadas: la muerte no es lo que parece, es un no saber, es lo desconocido. Con la muerte no sabemos a donde vamos. La muerte es el “sin respuesta”, dice por ejemplo un filósofo como E. Levinas. Si es así, entonces parece legítimo buscar una respuesta en las religiones. Cierto: luego habrá que analizar críticamente estas respuestas. Pero de entrada no pueden quedar invalidadas porque no tienen base científica.
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JMValderas
4 de febrero de 2007 a las 10:10

Querido Gelabert: La autoridad de Grisolía alcanza lo que alcanza su saber, la proteolisis, a la degradación de las proteínas. De vuelta a España, la comunidad valenciana le concedió una relevancia social que no entro a valorar, aunque explica que le ha aupado hasta presidir, que comisiones sobre el genoma humana y cuestiones éticas asociadas. Pero ni en ética, ni en genoma humano, ni en cuestiones metacientíficas su opinión vale más que la de cualquier ciudadano, y mucho menos que la de cualquier otro especialista contrastado en su respectivo campo. En asuntos metaempíricos hay cuestiones que parecen claramente anticientíficos. Por ejemplo, el altruismo. Según la teoría de la selección, se actúa siempre por conseguir un mayor número de descendientes que porten nuestros genes. El altruista rechaza ese camino. Las obreras de las abejas y otras especies sociales son altruistas, pero la ciencia tiene aquí un as escondido: la selección de parentesco o de grupo, que permite la abnegación en bien de la propia comunidad, pero no de otra comunidad. Ahora bien, el samaritano, contraejemplo famoso, ni busca su bien, ni el de su comunidad, pues samaritanos y la etnia del agredido se odiaban. Pese a ir contra la ciencia, nadie diría que es inhumano. Grisolía cae en el error de cientificismo. No tengo espacio: lea los artículos del filósofo Evandro Agazzi quien desee ahondar.

JMValderas
4 de febrero de 2007 a las 17:50

Cuenta Benedicto XVI en su autobiografía la cruz que le supuso el desaliño del mecanografiado de su memoria de habilitación. Schmauss fue implacable. Perdonen el galimatías de las primeras líneas de mi colaboración. Por mor de la extensión sobrepasada, recorté mal. Quería decir: “La autoridad de Grisolía alcanza lo que alcanza su saber, la proteolisis, o degradación de las proteínas. De vuelta a España, la comunidad valenciana le concedió una relevancia social que no entro a valorar, aunque explica que presidiera comisiones sobre el genoma humano y cuestiones éticas asociadas. Pero ni en ética, ni en genoma humano, ni en cuestiones metacientíficas su opinión vale más que la de cualquier ciudadano, y mucho menos que la de cualquier especialista en su respectivo campo. En asuntos metaempíricos….”

Baldomero López
4 de febrero de 2007 a las 21:02

En un reciente libro, LA CARGA VITAL DE LA CIENCIA (Salamanca, 2006), el profesor Eladio Chávarri trata, entre otras cuestiones, sobre la validez, la verdad y la seguridad de la ciencia. Después de leer esta densa y original obra, uno no puede por menos de rebajar sustancialmente la altura del pedestal en que ha sido colocado el conocimiento científico, en detrimento de otro tipo de saberes. Hoy la ciencia es tan valorada porque desempeña un papel estelar en el mantenimiento y desarrollo de nuestro estilo de ser humanos, que tiene como núcleo a los valores económicos y biopsíquicos. En otros estilos de ser hombre, esa función la desempeñaron otros saberes, que del mismo modo fueron considerados paradigma de la validez, verdad y seguridad.

ue crucificaron hace 200 y pico años como un crimi
5 de febrero de 2007 a las 10:14

tampoco hay que olvidar que muchas religiones no se basan unicamente en esto, por ejemplo el judaismo en sus primeras etapas no creia en la vida despues de la muerte, fue una revelacion posterior, eso tambien es un dato a tener en cuenta, del mismo modo que una eligion como el cristianismo que es verdaderamete de necios y locos, ya me dira ud si no lo es intentar seguir a un marginado q

lola
5 de febrero de 2007 a las 10:20

hay que tener en cuenta que no todas las religiones vendian esto, el judaismo en sus primeras etapas no creia en la vida eterna, tampoco es muy logico ni cientifico seguir a un marginado crucificado hace mas de 2000 y pico años, ¿porque lo hacemos?¿que nos atrae?
algo que la ciencia no puede darnos, en ella lo que hoy es "dogma" mañana descubren que es de otra manera, tan verificable, y tan experimentable ella,ya es capaz de clonar, fabricar la vida, pero que pasa como todavia no es capaz de frenar la muerte quiere producirla cuando a ella le parece, tal vez la ciencia tambien quiere ser Dios, una religion, da la vida y produce la muerte, ¿porque no nos preguntamos esO?

Vicente Ros
6 de febrero de 2007 a las 18:45

¡Bien, Martín! ¡"La base científica"!. Estoy cansado de leer a médicos forenses ´"científicos" que dicen no haber visto ningún alma después de descuartizar un cuerpo. Y a astronautas "científicos" que manifiestan que por más alto que han subido no han logrado ver a Dios.¿Y ya está? ¿Y no hay más criterio ni elementos que la base científica? La razón abarca otros campos. Y en ellos habrá que estar y aceptar. El desgraciadamente no hay base, algunos lo sustituímos por afortunadamente hay base. Y mejor: gracias a Dios tengo fe.

JMValderas
7 de febrero de 2007 a las 19:39

Por si sirve de ayuda: en El Pais de hoy había un artículo firmado por el decano de una facultad de medicina, epítome de los disparates que se cometen en nombre espúreo de la ciencia para justificar atropellos morales. Además del tufo de traducción que rezuma (“antiguos griegos” –ancient Greeks- por griegos de la antigüedad clásica; “evidencia” –evidence—por datos experimentales o pruebas. “discutimos” –discuss—por examinamos, etc.) e ignorar el desarrollo de la filosofía (pese a lo que dice, un Aristóteles recién aparecido no entendería la lógica matemática, ni la filosofía natural), repite un disparate científico que cursa como fundamento de la “bioética socialista”. Dice: “Aunque un embrión no es sino un pequeño grupo de células sin sistema nervioso, incapaz por tanto de sentir, se sigue manteniendo que matar embriones es matar a seres humanos…” El embrión es una entidad que consta de tres capas germinales, una de las cuales, el ectodermo, da origen al sistema nervioso. Sin ectodermo no podemos hablar de sistema nervioso Así de sencillo y llano.

Sebastián
23 de marzo de 2007 a las 01:13

Vale la pena señalar que el comentario del padre Gelabert, aunque acertado, peca de extemporáneo. El comentario de Grisolía es claro y correcto, y su campo de aplicación parece quedar bien definido, si fue dicho de la manera en que el padre lo presenta. La pregunta por la vida después de la muerte carece, de hecho, de toda base científica.

Es incorrecto, sin embargo, equiparar esta pregunta a preguntas del orden moral, como la pregunta sobre el bien y el mal, la pregunta por la finalidad de la vida (que es, de hecho, la misma pregunta que la del bien y el mal, como tan claramente expusiera Aristóteles en los primeros párrafos de la Etica Nicomaquea), son preguntas del orden moral, no del orden de los hechos, y por lo tanto la cuestión de la base científica es irrelevante, y la forma de contestar la pregunta, distinta.

A diferencia de la pregunta por la vida después de la muerte, la pregunta por el bien y el mal puede encontrar una discusión fructífera (si no una respuesta) en el marco del discurso ético. Aún cuando todavía queden dudas acerca de las posibilidades de este discurso en la mente positivista, al menos debe aceptarse la posibilidad que represente un tipo de discurso significativo distinto al discurso científico.

Sebastián
23 de marzo de 2007 a las 01:20

La pregunta por la vida después de la muerte pertence, sin embargo, al campo de las cuestiones de hecho, y por lo tanto los criterios de prueba científicos son relevantes. Sin embargo, la pregunta por la vida después de la muerte parece causar ciertos problemas. Desde una perspectiva positivista, es una pregunta con sentido, puesto que podemos imaginar situaciones experimentales que servirían para verificar la hipótesis de su existencia (mediciones de energía, etc.), aún cuando requerirían un replanteo del concepto de "vida"

Desde un punto de vista falsacionista, sin embargo, esta pregunta carece de sentido, porque no podemos pensar una manera en que la permanencia del sujeto después de la muerte biológica (que esta parece ser la cuestión, porque vida después de la muerte hay sin duda) pueda ser refutada si se sostiene su carácter espiritual. Que prueba podríamos tener de que NO existe, que experimento refutaría su existencia. Para Popper, entre otros, aquello para lo cual no puede pensarse una refutación no tiene sentido científico.

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