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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Ago
2022

Humanitos

5 comentarios
gorilayhumano

Un buen amigo me ha enviado un poema del escritor uruguayo Eduardo Galeano, titulado: “humanitos”, que describe con maestría la paradoja del humano: capaz de lo peor (cazadores del prójimo, creadores de la bomba atómica, la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones; los únicos que matan por placer, los únicos que torturan, los únicos que violan), y de lo mejor (los únicos que ríen, los únicos que sueñan despiertos, los que convierten la basura en hermosura, los que descubren colores que el arcoíris no conoce). Ni lo primero ni lo segundo ha perdido un ápice de actualidad. Pues al lado de bombas (rusas o no es lo de menos) que golpean hospitales, mujeres y niñas maltratadas en Afganistán, o gobierno de Nicaragua que persigue a la Iglesia, también hay personas capaces de entregar su vida por los demás (como Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe o el religioso marista Santiago Gapp).

Esta paradoja de ser capaces de lo mejor y lo peor es el precio que debemos pagar por la inteligencia los que no somos dioses. Solo Dios es capaz de lo mejor (e incapaz de todo mal), porque la inteligencia no demuestra su grandeza en la posibilidad de hacer el mal, sino en la capacidad de hacer el bien. Pero el hombre no es Dios, es “casi como un dios”, tal como dice el libro de los Salmos. El “casi” es la condición de ser, porque si Dios crea, no puede crear otro Dios, puesto que entonces no habría creación, sino (puestos a decir una imprecisión, con la que espero que se me entienda) una prolongación de Dios. Si Dios crea debe crear un “no dios”, o sea, un ser finito. Un ser que no es Dios, pero es “casi” como un Dios.

Incluso a nivel de lo creado, el “casi” hace que las distintas sean infinitas. Ya se sabe: el humano y el chimpancé comparten el 99 por ciento del ADN. Este uno por ciento hace que la diferencia sea cualitativamente distinta. Como dice Eduardo Galeano en su poema: “nuestros genes son casi igualitos a los genes de los ratones”. Bueno, pues el “casi” que nos acerca a Dios, hace que los humanos no seamos cualitativamente y sustancialmente buenos y sólo buenos, sino que tengamos capacidad para el mal.

Con todo, hay una diferencia entre el “casi” del chimpancé y de los ratones con respecto al humano, y el “casi” del humano con respecto a Dios. Porque, mientras el uno por ciento del chimpancé nunca logrará cubrir la distancia respecto al humano, de modo que el chimpancé, sin dejar de ser chimpancé, sea humano; el “casi” del humano con respecto a Dios hace posible “ser como Dios” sin dejar de ser humano. Si uno deja de ser chimpancé o humano ha perdido su identidad. Pero cuando el humano “participa” de Dios, puede ser divino sin dejar de ser humano. Es un humano divinizado. Y en esta divinización no pierde su identidad, sino que alcanza la plenitud de lo humano.

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juan garcia
16 de agosto de 2022 a las 14:51

Contemplando las violencias nacionaes e internacionales actuales y de toda la historia de la humanidad, uno se pregunta si le queda al ser humano capacidad para hacer el bien. Como seres libres, los humanos, no los chimpances, podemos optar por el bien o por el mal, pero en cuanto participamos del "ser" estamos supuestos a ser "buenos". Por lo tanto, y al final, nos queda la esperanza de que el bien gane la batalla sobre el mal.

JESUS ANTONIO CLARA
16 de agosto de 2022 a las 18:39

Excelente articulo... La actualidad del mundo sin medias tintas y totalmente al desnudo..

Bruno CH.
16 de agosto de 2022 a las 19:22

como si el Señor hubiera ideado el Camino por medio de cual hacerse acompañar por Él mismo como comunidad de amor o la comunión que existe en el Ser Supremo pero desde las personas humanas... ¿quiénes serán los elegidos? ¡Todos! ¿cuántos serán los que no son necios? ¡Muchos! La victoria es nuestra si seguimos en la carrera de la que habla triunfante san Pablo... el Apostol

Valero
20 de agosto de 2022 a las 11:32

En mi opinión lo que distingue al ser humano de sus parientes cercanos los primates no es la inteligencia si no esa insatisfacción incurable que le hace capaz de lo mejor y de lo peor, es esa sed de plenitud que como dice San Agustín, sólo Dios puede saciar. Hasta el más pecador de los hombres busca esa plenitud y como nada lo sacia, nunca tiene bastante y se hace esclavo de su "codicia existencial". Como dice Martín, Dios sólo sabe hacer el bien porque su naturaleza es el AMOR y de ahí deviene en mi opinión, que la verdadera libertad consiste en elegir siempre el bien del otro.

Mercedes
20 de agosto de 2022 a las 12:15

Comparto lo dicho por Valero.. y me remito además , al Salmo 63 .
Gracias , fray Martín !

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