Jun
Hacerse entender, intentar entender
7 comentariosSi no nos hacemos entender, no habrá modo de que el Evangelio pueda llegar. Pero si no intentamos entender al otro, no habrá modo de que el otro pueda entendernos. Porque cada uno entiende desde la posición en la que se encuentra. De ahí la necesidad de conocer al otro, sus modos de pensar, sus motivos, su universo cultural, si queremos hacernos entender por él.
Esto, que a niveles de principio, parece tan claro, no lo es tanto cuando se desciende al terreno de lo moral. En este terreno hay asuntos bastante claros para toda persona razonable y no digamos cristiana: el aborto es un crimen. Pero hay otros que no lo son tanto: determinadas manipulaciones genéticas, modos de entender la familia, la educación, los inicios y el fin de la vida, no siempre son compartidos por otras personas amantes de la vida, de la familia y de la buena educación. Ocurre que en estos y otros temas es grande la tendencia a hacer afirmaciones tajantes. Cuando uno está convencido de algo, todo le parece claro, y cualquier posición contraria le parece condenable. Así imposibilitamos el diálogo y, lo que es peor, damos la sensación de estar permanentemente condenando al otro.
Antes de descalificar hay que intentar comprender. Para ello hay que escuchar, guardar silencio, dejar que el otro se explique. Y cuando ofrecemos nuestra posición hay que hacerlo desde la serenidad, sin beligerancia, con respeto a la posición ajena. Así nos hacemos más creíbles. Personalmente estoy convencido de que argumentar desde la teleología (= meta, finalidad a la que tiende una realidad) es lo más respetuoso con la dignidad humana. Pero incluso los que aceptan este tipo de argumentación no siempre sacan las mismas conclusiones, ya que su análisis de los datos, bien razonado y argumentado, no siempre coincide.