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Florentino es dios y el P. Coll un santo
4 comentariosCon motivo de la canonización del dominico Francisco Coll resulta oportuna una breve reflexión sobre la santidad. San Pablo califica de santos a los destinatarios de sus cartas porque la santidad no está reservada a nadie, sino ofrecida a todos: es una marca que manifiesta la pertenencia de quien la lleva al Señor Jesús. Esta pertenencia suscita un nivel de vida más humano, tanto en el terreno personal como en el social. Los grandes modelos de santidad han sido grandes benefactores de la humanidad, a veces de forma humilde y, a veces, de forma más conocida, de modo que su obra humanizadora no se ha limitado a su corta vida; ha continuado una vez que han dejado esta tierra, en ocasiones por medio de otras y otros que han proseguido su carisma y han creado instituciones, educativas por ejemplo, buscando siempre el bien para los seres humanos. Es el caso de san Francisco Coll, fundador de la Congregación de las Dominicas de la Anunciata, que también fue un gran predicador popular y un hombre sensible ante la falta de formación humana y religiosa de niñas y adolescentes.
La palabra santo no está de moda. Sí lo están: dios o divino. En algunos ambientes se califica de divinas o divinos a algunos personajillos. Recuerdo que el pasado 3 de julio, en la Cadena Ser, narrando la presentación de un futbolista en el estadio Santiago Bernabeu, el locutor dijo literalmente: “En este ambiente de éxtasis, de éxtasis absoluto, la gente gritaba: Florentino, eres dios”. Antes, en su primera época de Presidente del Real Madrid, Butragueño le calificó de “ser superior”. En vez de santos, el mundo prefiere dioses. Una canonización es una buena ocasión para recordar que no hay más Dios ni más Santo que el Padre de nuestro Señor Jesucristo: “tú solo eres Santo”. Pero también “fuente de toda santidad”. El ser humano está llamado a asemejarse a Dios, en lo que consiste la santidad. Eso sí, la santidad de Francisco Coll, y en definitiva la de todo cristiano, es de otro nivel, de otra categoría, de otra galaxia a la de los modelos “divinos” que extasían al mundo.