Feb
Examen de teología de un no creyente
9 comentariosMuchos lectores saben que he tenido la oportunidad de impartir un curso de teología en La Habana. En mi clase había algunos alumnos y alumnas que no eran creyentes. Copio algunos párrafos del trabajo de final de curso presentado por uno de estos alumnos/as: “Comencé el presente diplomado con la intención de escuchar las doctrinas cristianas de boca de auténticos expertos, pues no soy creyente y es común escuchar personas que quizás tienen mucha fe, pero desconocen bastante de la historia y predicación de su propia Iglesia. Hasta ahora estoy contento/a de los resultados y, esta asignatura en particular (se trata de mi curso sobre Virtudes teologales) es una de las más interesantes, porque se refiere a aquello que “debe ser” el verdadero cristiano (y no sólo a lo que se supone que “debe creer”).
Considero que gran parte de los prejuicios de los no católicos hacia los católicos provienen del divorcio entre lo que debería ser y lo que verdaderamente es y, en este sentido, el tema de la fe, la esperanza y la caridad, representan el meollo de la religión, y su correcto o incorrecto entendimiento ha condicionado la existencia de todos los cristianos. Dada mi forma de pensar, la lectura del libro del profesor y las clases me han aclarado algunas dudas, han subsanado ideas erróneas que tenía y me han dejado muchas preguntas. En muy apretado resumen podría decir que la fe se refiere a la Palabra divina, la esperanza a la Promesa de vida y la caridad al Amor beatificante, gracias al cual los seres humanos podrán vencer las múltiples dificultades que conspirarán para apartarlos del amoroso Creador, la Bienaventuranza definitiva.
En clase quedó explicado por qué llamarlas “un sagrado circuito”, dado que son tres actitudes que se implican, al punto de que San Pablo, por ejemplo, las usa indistintamente cuando quiere enseñar a sus lectores qué deben hacer para salvarse. Y aquí vino una aclaración importante: la “sola fide” suena en la actualidad un poco siniestra y, a veces, es utilizada de modo incorrecto por cierto tipo de creyente. En clase recuerdo que el profesor mencionó a Lutero y al modo en que el Concilio de Trento limitó esa “sola fe” salvífica a “la fe en los dogmas de la Iglesia”, idea que por desgracia he visto reflejada en bastantes cristianos, católicos y no católicos, y de ahí que yo la compartiera. Al imbricarla con las otras virtudes, la idea de cómo Dios dispone nuestra salvación se vuelve mucho más coherente y hermosa, más en consonancia con la predicación de Aquel a quien suele nombrarse Hijo de Dios.
También se habló en clase de la fe “versus” credulidad, otro asunto que se presta a graves confusiones. Ya en el bloque de Teología Fundamental, a mí me resultó novedoso considerar la teología como un estudio racional, pues estaba acostumbrada a considerar la fe religiosa aparejada a la credulidad, con frecuencia de la más boba especie, y es incuestionable que el ser humano, cuando se decide a creer algo, es capaz de creer en cualquier cosa. Estas clases me parece que están viniendo a apoyar un criterio que suelo defender ante los diversos predicadores que en los últimos años están proliferando en Cuba (testigos de Jehová, protestantes de diversas denominaciones y otros), que llevados de su celo misionero suelen pedirme que me “abra a la fe”, entendiendo por ello que realice una “profesión de fe” (no importa si creo o no vitalmente en las palabras que debo repetir y que algunos llevan, a veces, anotadas) y sobre todo “que pida fe a Dios” y “que me esfuerce en creer”, naturalmente lo que ellos me dicen. ¿Puede una fe sincera ir de la mano con la ignorancia?”
Hasta aquí algunos de los primeros párrafos del trabajo de final de curso de una o un ateo que asistió a un curso de teología católica. Sin duda, se puede y debe matizar alguna cosa. El profesor ya puso la nota. ¿Cuál pondrían ustedes?