Jul
Evidencia contra malas razones para creer
8 comentariosMe dicen que en un Colegio de Valencia una profesora de “Educación para la Ciudadanía” repartió entre sus alumnos de primero de Bachiller una carta de Richard Dawkins, escrita para su hija de 10 años, en la que contrapone el método científico basado en la evidencia a “tres malas razones para creer cualquier cosa: tradición, autoridad y revelación”. A la preocupada madre católica que me informa le contesto: A mi lo que me preocupa es que los profesores de religión no estén preparados para responder a este tipo de textos y de argumentos. ¿Cuántos profesores de religión católica están preparados para presentar una fe adulta, capaz de afrontar las dificultades y poderlas vencer? Por lo que yo sé los cursos formativos que les ofrecen quizás les preparan para ser buenos catequistas, pero no tanto para dialogar con la cultura y enfrentarse a los problemas.
La idea de tradición, autoridad y revelación que presenta esta carta es una caricatura de lo que la teología dice sobre estos conceptos. Y no digamos el recurrente ejemplo sobre la Asunción de María. Por no hablar del concepto de evidencia científica. Aunque tengo la sospecha de que, muchos creyentes, si leyeran lo que dice Dawkins sin conocer el mal contexto en que se utiliza, pensarían que estamos ante una buena descripción de lo que ellos piensan. ¿O no es una buena, en realidad malísima, descripción de lo que muchos piadosos católicos piensan el decir que “el Papa tiene razón solo porque es el Papa” o que “la madre de Jesús era tan especial que no murió”?
Pongo un ejemplo de una de las caricaturas que se encuentran en el texto de Dawkins. Su idea de tradición es la de una creencia muy antigua, transmitida de padres a hijos, que alguien un día inventó. Y concluye: “por muy antigua que sea una historia es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original”. Pues claro que sí. Solo que en teología católica la tradición es otra cosa. Cierto, se trata de una transmisión. Pero de la transmisión de la fe apostólica, tras haber superado los controles oportunos que garantizan que tal rito, costumbre o doctrina deriva de los tiempos apostólicos y, nótese el matiz, puede hoy servir para vivir mejor la fe cristiana.