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Ese Dios que tanto exalta los ánimos
2 comentariosNo pensaba volver sobre la campaña de los autobuses londinenses, esa que anuncia que como probablemente Dios no existe, deje usted de preocuparse y disfrute de la vida. Pero ayer alguien me hizo notar la cantidad de entradas que ha provocado el reportaje de El País sobre el tema. Más tarde otro buen amigo me envió el enlace que, a su vez, le han enviado a él. Casi entran ganas de exclamar: ¡qué aburridos son algunos ateos que sólo saben hablar de Dios, y qué nerviosos se ponen algunos creyentes cuando los increyentes hablan de Dios! O de copiar uno de los comentarios hechos al reportaje al que antes me referí: “¿Por qué combatir algo en cuya existencia no se cree? Sería mejor emplear el dinero recolectado en decorar los autobuses con denuncias contra el hambre, la guerra, los abusos sexuales y otras injusticias, que contra ese enemigo invisible". Además, estos días aparecen en los medios comentarios más o menos exaltados a la sentencia de un juez que manda suprimir no exactamente las cruces, sino los símbolos religiosos de un centro escolar. ¿Se trata de un asunto religioso, cultural o político?
Me sorprende la pasión con la que, unos y otros, tratan esos asuntos. Quizás piensan que en ellos les va la vida. Aún así, un poquito más de calma, un poco menos de pasión nos haría más creíbles. ¿Alguien pierde los nervios cuando se niega una evidencia matemática? Pues no los perdamos en cuestiones de religión. Busquemos un camino que nos permita encontrarnos con el que discrepa de nuestra posición. Este camino es la defensa de la dignidad humana, la lucha contra lo que la degrada. En mi opinión la gran pregunta que el Creador nos plantea es: ¿Qué pueden crear juntos nuestros dos grupos, sean religiosos, políticos, económicos o artísticos? Esa es la cuestión esencial para compartir la vida con aquellos que nos resultan diferentes: interactuar y preguntarnos que podemos crear juntos. La ley del universo, la ley del Creador, no es la de los dualismos tolerantes, sino la de las mutuas colaboraciones. Por eso, cuando alguien diga que Dios no existe o que le molesta un símbolo religioso, planteémosle esta pregunta: ¿podemos hacer algo juntos, además de enfadarnos y discutir?