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¿Esclava del Señor? ¡Según y cómo!
5 comentariosEl relato de la Anunciación termina con estas palabras de María, que resumen su actitud ante el mensaje divino que acaba de recibir: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”. Todas las palabras tienen sentido dentro de un determinado contexto. Y aunque el término “esclavo” tiene connotaciones muy peyorativas, puede haber contextos que lo conviertan en algo muy positivo.
Jesús era muy consciente de las connotaciones negativas de la palabra “esclavo”. Por eso, cuando quiere expresar la mejor de las relaciones que desea tener con lo suyos, contrapone el término esclavo al término que mejor expresa la relación que Jesús busca, para que en esta contraposición resalte más y mejor su propuesta de amor: “ya no os llamo esclavos, vosotros sois mis amigos”. Y, sin embargo, no hay nada que ate más que la amistad. No hay actitud más adecuada que nos disponga a hacer la voluntad del otro. El esclavo hace la voluntad de su amo de muy mala gana; el amigo hace la voluntad de su amigo de muy buena gana. Ambos hacen la voluntad de otro, pero en un caso esa voluntad destruye y, en otro, construye.
La esclavitud que confiesa María tiene un sentido eminentemente positivo, pues se trata de ser “esclava del Señor”. ¡No de cualquier Señor! El señorío es una cosa muy sería. Aunque hay quienes se creen señores cuando en realidad son tiranos. ¡Hay señores y señores! El Señor al que habla María está en el polo opuesto de toda tiranía, pues este Señor es el Amor de los Amores. Su señorío es liberador y humanizador. Ser esclava de este Señor, del único, verdadero y auténtico Señor, del Señor que comienza por anunciar la alegría y la gracia (“alégrate, llena de gracia”), y en vez de decir que está sobre ella, confiesa que está “con ella”, o sea, a su lado, como apoyo y compañía, es algo muy positivo.
El motivo por el que María debe alegrarse de encontrarse con este Señor es de alto voltaje: es “llena de gracia”, o sea, “llena de Dios”. Por tanto, es llena de amor. Los llenos de amor están siempre dispuestos a servir, acompañar, comprender, acoger.
Si en los ambientes oficialmente religiosos alguien se las da de “señor” (o de superior que es lo mismo), ya sabe cuál es el modelo que debe seguir para que en sus grupos deje de haber esclavos según lo humano y los haya según lo divino.