Feb
Endemoniados
2 comentariosHoy, domingo, se publica la última de las muchas entrevistas que ha concedido un conocido exorcista. Lo digo como muestra del interés que suscita el tema. Por otra parte, en el evangelio de hoy se narra la liberación de un endemoniado. Este demonio del Evangelio no me parece comparable a esos que algunos imaginan (ayudados por la seducción de alguna película) cuando oyen hablar de exorcismos. Muchos casos tratados por los exorcistas actuales suelen ser enfermos más o menos peligrosos, aunque es posible que el rito o la oración puedan ayudarles.
Dejo aparte que la existencia del demonio no ha sido definida dogmáticamente por la Iglesia, aunque es cierto que los documentos eclesiales suponen su existencia. Me interesa aclarar otra cosa, a saber, que los endemoniados a los que Jesús trataba no son equiparables a esos casos modernos que tanto interés suscitan. En tiempo de Jesús se consideraban síntomas de posesión diabólica determinadas enfermedades nerviosas y depresivas. En la Palestina de entonces había pobreza, injusticia, gente muy necesitada. La posesión diabólica es expresión de la esclavitud del hombre a los poderes del mal. Por allí donde Jesús pasaba esos poderes retrocedían, la gente recuperaba la esperanza y las ganas de vivir, se levantaba de sus más hondas depresiones. Si esos son los demonios que Jesús expulsa, entonces su acción interesa a todos. También hoy empleamos en un sentido similar la palabra demonio. ¿No calificamos como endemoniadas a situaciones complicadas, trabajos enrevesados o problemas de difícil solución?
La persona religiosa sabe, por propia experiencia, que en el plano espiritual aparecen asuntos enredosos, que requieren mucha atención para no caer en sus redes. Hay pasiones, seducciones, ambiciones, y tantas otras cosas que nos impiden ser fieles al Señor. De esos demonios Jesús quiere librarnos, esos son los obstáculos que impiden que seamos felices, que encontremos la paz y vivamos evangélicamente. De esos demonios tenemos que preocuparnos y no de esos otros que, en caso de ser reales, deben ser tratados clínicamente y son de una categoría distinta a los demonios de los que habla el Nuevo Testamento.