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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Mar
2025

En todo deseo late un deseo de Dios

1 comentarios
palacioepiscopalvalencia

El ser creados “para Dios”, del que hablábamos en el artículo anterior, es una consecuencia directa e indisociable del ser creados “por Dios”. Dado que el “por Dios” es constitutivo de lo humano y no desaparece nunca, es posible encontrar en el humano una serie de deseos e insatisfacciones, que son una huella de este deseo de Dios que anida en toda persona, aunque no sea consciente de que se trata de un deseo de Dios. Tomás de Aquino afirmó que todo deseo es un deseo de Dios. Lo que todos buscamos y deseamos es ser felices, buscamos lo que consideramos bueno para nosotros. Cuando hacemos el mal también buscamos lo bueno, aunque nuestra vista se equivoque en la determinación de lo bueno. Buscamos el bien que vemos o imaginamos ver en el mal que hacemos.

En este mundo nunca encontramos plenamente el bien y la felicidad. Siempre nos falta algo: algo de belleza, algo de salud, algo de fuerza, algo de saber, mucho de amor. Siempre estamos incompletos y buscamos más. En ningún terreno el hombre se contenta con metas parciales e incompletas. Feliz solo sería el que estuviera plenamente colmado en todas las dimensiones y aspectos de la vida. Se comprende así esta afirmación de Tomás de Aquino: “el hombre no es perfectamente bienaventurado mientras le quede algo que desear y buscar”. ¿Quién podrá colmar al ser humano? ¿Quién llena de bienes los anhelos humanos? Detrás de todas las búsquedas, late siempre un deseo de Dios. Dice Tomás de Aquino: “todos, en cuanto apetecen sus propias perfecciones, apetecen al mismo Dios”. Planteado así el asunto, resulta claro que todo deseo, es un deseo de Dios.

Incluso desde posiciones ateas es posible ver el deseo de Dios en toda vida humana. Cuando Jean Paul Sartre dice que el hombre es “una pasión inútil”, su afirmación presupone que el hombre es una pasión de divinidad. Según el filósofo francés el hombre pretende, ni más ni menos, que ser dios. Pero como Dios no existe, el hombre es una pasión inútil. Hay, pues, según este autor, un anhelo, un deseo de Dios en el ser humano, que es imposible satisfacer. Este anhelo de Dios, que se manifiesta incluso cuando el ser humano niega a Dios o se aleja de él, es una vieja historia que aparece desde los inicios de la humanidad. El libro del Génesis narra que una serpiente astuta se dirigió a la primera mujer y le dijo: si desobedecéis a Dios no moriréis, seréis como dioses (Gen 3,1-5). La serpiente promete aquello que el ser humano más anhela: el anhelo de ser como dioses y el deseo de inmortalidad. La serpiente miente, porque indica un mal camino, pero lo que ella promete es lo que los humanos más deseaban.

Según Unamuno el amor busca siempre la plenitud y por eso nos revela lo eterno. Ocurre que, en este mundo, cada vez que el amor ve realizado su anhelo, se da cuenta de que en realidad buscaba mucho más: “la satisfacción de todo anhelo, dice este autor, no es más que semilla de un anhelo más grande y más imperioso”. Si el amor busca siempre más y, por eso, tiende a lo eterno, no es extraño que Unamuno acabe afirmando: “el amor es un contrasentido si no hay Dios”.

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juan garcia
13 de marzo de 2025 a las 15:34

"Dios es Amor", nos dice el evangelista Juan. Si la naturaleza divina es "amorosa", todo cuanto hace Dios estará inspirado en el Amor. Somos creados por Dios y sentimos la necesidad de volver a El. Nuestro destino final es Dios y todo nuestros deseos estan orientados a ese fin. Gracias fray Martín

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