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En el caso de tiranía evidente y prolongada
1 comentariosUna de las afirmaciones más sorprendentes de la Populorum Progressio, que sin duda seguirá sorprendiendo hoy, se refiere a la insurrección revolucionaria. En un tiempo en el que aparecían movimientos guerrilleros que pretendían derrocar a gobiernos corruptos, la encíclica deja claro que este no es el camino, porque así se engendran nuevas injusticias, se introducen nuevos desequilibrios y se provocan nuevas ruinas. Pero la encíclica introduce una excepción: “salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país”. Este derrocamiento por la fuerza de gobiernos corruptos plantea numerosos problemas: ¿quién juzga que una situación sólo puede revertirse de esta forma?, ¿con qué criterios?, ¿quién debe tomar la iniciativa, de qué modo?
La violencia sigue imperando en nuestros días. Violencia ejercida de muchos modos por gobiernos dictatoriales, sobre todo en países de África y Asia y, en menor medida, de Latinoamérica. Se amañan elecciones, se soborna a jueces y a parlamentarios, se promulgan leyes para beneficio de unos pocos o para prolongar eternamente en el poder a gobernantes ambiciosos, se ejerce un control policial sobre los más desfavorecidos. La intención de las palabras de Pablo VI sigue siendo válida. Quizás hoy la presión internacional, la solidaridad de unos pueblos con otros, la creación de tribunales internacionales, el envío de observadores imparciales, la aceptación de mediadores, la interposición de fuerzas de pacificación, todo esto puede de algún modo aliviar o paliar determinadas situaciones inaceptables. Y la presión de la opinión pública. Los cristianos no podemos quedar callados cuando en otros lugares ocurren hechos injustos. Es necesario también un control de los medios de ayuda, para que no se corrompan, lleguen con la máxima celeridad y sobre todo lleguen de verdad a los más necesitados. Sabiendo que no hay soluciones fáciles, y que son los cristianos de cada lugar son los que deben juzgar por sí mismos y buscar los medios oportunos, a la luz del evangelio y de la dignidad humana. Aunque ahora que lo pienso, eso de evangelio y dignidad humana, ¿no es una reduplicación?