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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Abr
2009

El Reino de los cielos sufre violencia

6 comentarios

Un lector habitual me envía una noticia, “por si sirve”. En la elección de Miss Estados Unidos, la representante de California perdió la corona porque en la ronda de preguntas del juez, al pedirle su opinión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, respondió que le parecía fantástico que los estadounidenses pudieran elegir, pero añadió que ella pensaba que el matrimonio debía ser entre un varón y una mujer. Al parecer esa respuesta le costó la corona de belleza. Recientemente, en España, la presidenta del Parlamento vasco, manifestó que ella ni usaba ni pensaba usar preservativos en su matrimonio, y fue criticada por algunos periodistas.

No estoy muy seguro de que podamos hablar de ataques a la libertad de expresión, porque en España y en USA unos y otros podemos criticar a los que no piensan como nosotros. Donde hay posibilidad de crítica mutua y de manifestar públicamente los desacuerdos, hay libertad de expresión. Otra cosa es que a algunos les moleste la crítica. Pero, como cristianos no debería sorprendernos la crítica de los que no piensan como nosotros. El anuncio del Evangelio nunca ha sido un camino de rosas. A Jesús le llevó a la cruz. Y mantener las propias convicciones, sean católicas o no, si esas convicciones son minoritarias, siempre llama la atención. Los católicos no debemos pensar que somos mayoría o que una mayoría silenciosa piensa como nosotros. A lo mejor somos minoría. En este caso, podemos ser levadura que fermenta la masa. Podemos ser, como decía un escritor del siglo II (en el Discurso a Diogneto), y precisamente cuando se nos critica, el alma del mundo.

Siempre he pensado que son las minorías trabajadoras y sacrificadas, y encima muchas veces criticadas, las que sostienen las buenas instituciones y hacen el bien. Ya Jesús lo dijo: El Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mt 11,12). O sea, el Reino se establece con fuerza a despecho de todos los obstáculos. El día que el mundo nos aplauda habrá que empezar a preocuparse por la pureza del testimonio cristiano.

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Desiderio
28 de abril de 2009 a las 12:33

Creo que tienes toda la razón. Parece que a los cristianos nos es difícil —por lo menos a algunos, entre los que me incluyo— vivir con naturalidad nuestra fe, sobre todo en ambientes, digamos, un tanto “hostiles”. Quizá deberíamos concienciarnos de que efectivamente, ese es nuestro ambiente natural, el ambiente hostil. No podemos esperar a tenerlo fácil para exteriorizar nuestros pensamientos ni nuestros actos. ¡No hay más que ver al mismo Jesucristo! Tenemos que perder el miedo a salir a la palestra, a no dejarnos ni asustar ni a esclavizar por la presión mediática de lo políticamente correcto, que por otro lado circula a sus anchas por nuestros medios de comunicación. Entiendo que no se trata de realizar una campaña fundamentalista, ni mucho menos, pero sí de vivir con naturalidad de cara a la sociedad nuestros planteamientos de vida, que sin duda marcarán nuestro quehacer cotidiano, cada uno en su disciplina profesional y en su entorno cercano. Si no recuerdo mal, don Quijote decía a Sancho: “¿Ladran, mi buen Sancho? Cabalgamos”. Pues eso, que no nos molesten los ladridos, sino que lo que nos moleste de verdad sea que Él no se sienta orgulloso de nosotros.

lola
28 de abril de 2009 a las 13:36

Pienso que es vivir sencillamente la vida, y decir lo que piensas, con respeto hacia el otro.

FRAY BENITO
28 de abril de 2009 a las 20:42


Los católicos sufrimos violencia por que recibimos empujones y ni nos gusta,ni creeemos que los merecemos y pensamos por que será.
Hay un cuadro en el que se ve un discípulo de Jesús corriendo al sepulcro, un poco mas atrás se ve a Pedro.

El Evangelio del domingo de Pascua es un gran símbolo. De entre todos los símbolos,escojo la carrera de los dos dicípulos. Pedro y el otro discípulo corren al sepulcro ante la noticia de MAGDALENA. Pedro se queda atrás,el otro corre y llega primero a la tumba.

Pedro se queda atrás.No es fácil ser Pedro ¡ hay tantas cosas que impiden que Pedro corra de prisa!. El Pedro del siglo XXI también tiene mil cosas: la responsabilidad de la Iglesia universal,la edad,la formación,la personalidad..... y se queda atrás. Más de cien mil sacerdotes casados y Pedro se queda atrás;todos conocemos incluso familiares que han encontrado el amor verdadero en un segundo matrimonio y Pedro,atrás. Los homosexuales notan por todas las latitudes la homofobia de la iglesia y Pedro,atrás.

El otro discípulo de Jesús corre y deja a Pedro atrás. Quiza corras por que has encontrado una buena teología, unos consejos acertados, te sientes querido como eres,te aceptas a ti mismo y corres y corres y corres detras del RESUCITADO.
FRAY BENITO

fray benito..................PEDRO
28 de abril de 2009 a las 20:54

................Pedro se queda atrás y el otro lo adelanta. Sin embargo,el que se adelanta NO entra en el sepulcro,tiene que esperar a PEDRO.El que se atrasa solo entra acompañado.Este es el chiste de ser IGLESIA:los unos tenemos que esperar a los otros para entrar en el misterio de la vida.No podemos llegar a Dios solos,no podemos tener experiencias del RESUCITADO SOLOS.

Mo podemos prepararnos una taza de café solos,necesitamos al menos quien lo coseche. FRAY BENITO

corriendo
28 de abril de 2009 a las 21:42

La profecía siempre " corre " más que la jerarquía. Juan más que Pedro. Magdalena más que ambos. A algunos incluso les cuesta la vida, en forma de silencios impuestos dentro de la misma Iglesia, que somos todos. En el Misterio ya estamos. Nos falta llevar a plenitud el lugar el camino que Dios quiere para cada uno.
Porque el Misterio no está en el sepulcro vacío, sino en que Cristo Resucitado vive ahora. Y en Él vivimos, nos movemos y existimos. ¿ Lo creemos de verdad? ¿ Lo hacemos vida?

No sirve el victimismo católico. El evangelio no se impone, se propone.

Bernardo
28 de abril de 2009 a las 23:58

Me permito apuntar otro aspecto de tu reflexión, Martín. Entiendo que habremos cumplido nuestra misión el día en que seamos perseguidos por ello, como en tiempos de Roma. No me refiero a la supuesta persecución que dicen que hoy sufre la Iglesia. A eso no se le puede llamar persecución. Me refiero a que seamos estigmatizados por nuestra defensa a ultranza de las víctimas de este mundo y no que nos dediquemos a recibir con honores a los victimarios de la historia. La valentía de decir lo que pensamos no está en usar o no preservativos, cosa que la Iglesia no puede decidir, sino en la denuncia profética de los males de este mundo.

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