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El que está sin pecado no tira piedras
5 comentariosEl episodio de la mujer sorprendida en flagrante adulterio, que se lee el quinto domingo de cuaresma, se presta a una serie de consideraciones que pueden ir incluso más allá de la literalidad del texto que, ya por sí mismo, resulta altamente provocativo.
Para situarnos, es necesario recordar que la ley de Israel mandaba apedrear hasta la muerte a los dos adúlteros (Lv 20,10; Dt 22,24). Por tanto, si la mujer ha sido sorprendida en “flagrante” adulterio, eso significa que no la encontraron sola. Si hubiera estado sola el acto adúltero habría ocurrido ya. Pero si la encontraron en flagrante adulterio es que había otra persona con ella. Esa otra persona, cuando se trata del aplicar el cruel castigo que mandaba la ley, ha desaparecido y la única condenada es la mujer. Como ha ocurrido en el pasado y sigue ocurriendo hoy, en demasiadas ocasiones, la ley siempre se aplica en beneficio del más fuerte. En el suceso al que nos estamos refiriendo, el más fuerte era el macho.
Primera contradicción del relato: los acusadores de la mujer se consideran muy fieles a la ley; en realidad son unos aprovechados de la ley, que se ríen de ella, y la aplican en función de sus odios, de sus intereses, o de sus deseos de venganza. La ley que, en teoría debería servir para hacer justicia y para defender al pobre de los abusos de los poderosos, cuando la aplican los poderosos se convierte en lo contrario de aquello para lo que debería servir. La ley en manos de los poderosos puede degradarse hasta límites insospechados.
La respuesta de Jesús sitúa a los acusadores en una situación imposible. Imposible por absurda: el que esté sin pecado, les dice Jesús, que le tire la primera piedra. No se puede estar sin pecado y al mismo tiempo tirar piedras. Porque el sólo hecho de tener intención de tirarlas para dañar al prójimo es ya un pecado. De la misma forma que no se puede estar al mismo tiempo vivo y muerto, no se puede estar sin pecado (vivo para Dios y para el prójimo) y tirar piedras que matan. No hace falta decir que hay muchos tipos de piedras y muchas maneras de tirarlas.
Precisamente, el que está sin pecado no sólo no tira piedras, sino que jamás se le pasa por la cabeza el tirarlas. Más aún, está en el más completo desacuerdo con los que las tiran. Y si los que las tiran lo hacen en nombre de la ley o de la religión, el que está sin pecado sabe perfectamente que esa ley es inhumana y esa religión es falsa de toda falsedad. En nombre de Dios no es posible insultar, descalificar, mentir, odiar o matar. El criterio para saber si estamos ante una auténtica religión o ante el verdadero Dios, es la capacidad que tiene esa religión o ese Dios de humanizar o de deshumanizar.