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El placer está en tu mano
18 comentariosLa Junta de Extremadura, y parece que el Gobierno de Andalucía pretende imitarles, ha publicado un libro para la educación sexual de los adolescentes, con el ingenioso y malintencionado título de “el placer está en tu mano”. Ni lo he leído, ni tengo interés en hacerlo. El libro no ha gustado a todos. Lo comprendo. Porque introducir en el libro un taller sobre la utilización de juguetes eróticos, entre otras lindezas, no es precisamente educativo. Por tanto, es perfectamente legítimo que algunos padres no estén de acuerdo con que estos procedimientos sean aprendidos por sus hijas e hijos sin el necesario control paterno-materno.
Cosa distinta es la necesidad de una buena educación sexual, que ya se imparte en centros educativos, estatales y concertados. En principio no hay nada que oponer a esta educación. Los padres católicos buscarán, como es lógico, que se imparta según los principios de la moral católica. Tiempo atrás no se impartía educación sexual. La consecuencia era que los niños y adolescentes aprendían por otros medios lo que puede enseñarse desde la dignidad y la belleza. Porque el cuerpo humano es santo, digno y bello, imagen de Dios. Este cuerpo está sexuado y la sexualidad tiene implicaciones en todo lo que hacemos. Vivida cristianamente no solo resulta más humanizadora, sino incluso más placentera.
Convendría que diésemos al término placer toda su nobleza. La Biblia califica las relaciones con Dios de auténtico placer: “sea el Señor tu placer y él te dará lo que pide tu corazón”, se lee en el libro de los Salmos. Porque efectivamente, hay placeres de todo tipo, y los corporales, siendo muy dignos, no son los mejores. Hay también placeres espirituales, que llenan el corazón: el placer de pasear, de escuchar música, de leer un libro, de conversar con un amigo. Todos necesitamos el placer como compensación de las tristezas de la vida. Por eso es importante ampliar su ámbito, para que nuestros jóvenes no lo identifiquen solo con el sexo. Y situar la sexualidad en el contexto del amor, para que nuestros jóvenes la disfruten dignamente y, disfrutandola, progresen en humanidad.