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El odio, más fuerte que la muerte
9 comentarios“El amor es más fuerte que la muerte”, dice el Cantar de los Cantares. Según el libro bíblico la fuerza del amor es tan grande que es capaz de superar a la fuerza imparable de la muerte. Aunque, a la vista de lo acontecido este mes de agosto, en el que cada día la prensa nos informaba de la asesina violencia de género, se diría que la fuerza del odio es todavía superior a la del amor. Lo más terrible de los tristes odios familiares, ocurridos este mes de agosto, no ha sido que los varones matasen a su pareja, sino que los padres matasen a sus propios hijos antes de matar a su mujer. El que ellos intentasen luego suicidarse es un asunto dudoso. En muchos casos se trata de intentos con efecto retardado, para dar tiempo a los servicios policiales de impedir la muerte del supuesto suicida.
Las convivencia familiar es compleja y difícil. Uno puede comprender (no justificar) que en una pareja se pase del amor al odio. Ya es más difícil comprender que el odio se traduzca no solo en deseo de que el otro muera, sino en voluntad de matarle. Todavía resulta más difícil comprender que un padre quiera matar a sus hijos menores para hacer daño a su odiada pareja. ¿Hacer daño a base de matar a los propios seres queridos? Parto del supuesto de que el amor del padre (y de la madre) hacia sus hijos es natural. A los hijos, sobre todo cuando son pequeños o incluso casi bebes, parece difícil matarles. Para que esto ocurra, uno tiene que haber perdido la cabeza. El odio puede llevar a esos extremos. El odio nos hacer perder lo más propio y característico del ser humano, que es la razón. El odio degrada y animaliza. El odio corrompe la razón y la lleva a sus peores infiernos.
Los tristes acontecimientos de padres que matan a sus hijos, antes de matar a su pareja, nos llevan a pensar que si el amor a los hijos tiene una base natural, no basta la naturaleza para explicar el amor, para hacerlo nacer, crecer y mantenerlo. El amor humano tiene bases biológicas, pero va más allá de lo biológico para entrar en el campo de lo personal y de lo espiritual. El amor no solo es atracción, deseo o pasión. El amor es, sobre todo, deseo de bien, y eso requiere voluntad de bien y esfuerzo para lograrlo. Si el amor se queda en lo natural, corre el riesgo de degradarse. El amor necesita otros fundamentos.
Eso no quita que, en ocasiones, las relaciones se rompan o se enfríen. Pero de ahí a matar, y no digamos, de ahí a matar a personas que nada tienen que ver con la ruptura (aunque sean los hijos) hay un abismo. Una ruptura de relaciones, es triste, pero se puede comprender. Cuando eso ocurre hay que respetar a las personas que se distancian. Pero que una separación nos haga entrar en el abismo de la muerte, es la corrupción de lo humano. Cuando perdemos “lo humano”, aparece el desorden, el caos, la sin razón; en definitiva, el infierno.