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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
May
2009

El mundo entero desborda de alegría

5 comentarios

Siempre me ha sorprendido esta afirmación que se encuentra en todos los prefacios de las Eucaristías del tiempo pascual: “con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría”. ¿El mundo entero? Dejémoslo en el mundo que acoge el misterio de la resurrección de Cristo. Pero aún así, podemos preguntar: ¿cómo puede desbordar la alegría cuando, a todos los niveles, sigue habiendo injusticia, sufrimiento, desgracia, muerte? La resurrección de Cristo no ha impedido que, una y otra vez, los seres humanos que creen en Dios clamen a él “desde lo profundo” (según dice el libro de los Salmos). Y entre los que no creen en Dios, se oyen muchos gritos que claman por la salvación.

La Pascua de Cristo es el lugar de nacimiento y la referencia constante de la fe cristiana. Pero esta fe no hace del cristiano un ingenuo ni un triunfalista. Más bien le abre a la esperanza, una esperanza que le ofrece nuevos motivos para tomar partido a favor del bien y luchar con todas las fuerzas contra el mal. Si solo existiera este mundo de injusticia, la superación del mal sería algo trágico, pues únicamente la muerte lo haría desaparecer. Pero si Cristo ha resucitado, a pesar de las muchas preguntas que siguen sin resolverse y de las muchas tareas que siguen pendientes, es posible mirar al sufrimiento con esperanza.

La alegría cristiana, “que nadie nos puede quitar”, según prometió Jesús, tiene su fundamento en un futuro de plenitud que ahora sólo poseemos en esperanza (Jn 16,22). Esta esperanza es la que nos impulsa a proclamar la buena noticia de la resurrección de Cristo. En la medida en que, gracias a nuestro testimonio, esta noticia se vaya extendiendo, será verdad eso de que por el gozo de la Pascua el mundo desborda de alegría.

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lola
3 de mayo de 2009 a las 13:25

Yo tambien me desbordo de alegria, y espero un mundo cada dia un poco mejor. Donde todos seamos hermanos y el bien triunfe sobre el mal Donde cada uno piense en el otro y no es si mismo. Donde a pesar de todas las crisis, injusticias, o lo que ea, encuentre a alguien que sea capaz de tenderle una mano En eo esta nuestra alegria en que nos amamos unos a otros.
Gracias por la alegria

Bernardo
3 de mayo de 2009 a las 15:06

Estoy leyendo el impresionante volumen que Dunn dedica a Jesús (1000 páginas el vol. I y se anuncian tres). En las páginas dedicadas a la Resurrección dice algo muy interesante: los primeros cristianos tenían dos modelos para interpretar la experiencia pascual. El primero el de Elías, arrebatado al cielo; este no servía puesto que el arrebato implica la no-muerte, y Jesús estaba claro que había muerto. El segundo era el de la exaltación al cielo según el modelo de la sabiduría y textos tardíos. Esa exaltación implica que el justo es asumido por Dios.
Según leía esto, pensaba que niguna de estas dos interpretaciones permite abrir la esperanza de un mundo nuevo, únicamente la resurrección de la persona de Cristo nos permite tener esperanza en que la novedad absoluta ha entrado en este mundo para salvarlo desde dentro. La Resurrección de Cristo es la primicia de una Nueva Creación a partir de la vieja. Se trata de salvar desde y no a pesar de; salvar este mundo y no salvar de este mundo.
Por eso, el este mundo puede saltar de alegría, porque hay esperanza de salvación en él.

fray Benito Benifaet
3 de mayo de 2009 a las 17:42


Martin, hay una asinatura titulada ""Lógica?""?
Aceptar la Resurrección de Jesús no es cuestión de lógica,es cuestión de AMOR y de DESEO.Jesús se nos presenta en el camino de la vida muchas veces y de muchas maneras. Siempre nos remite al momento del primer encuentro. Volver a Galilea para mi significa volver a la alegria y la ilusión primera desde la madurez de hoy.
Fray Benito Benifaet

fray Benito Benifaet
3 de mayo de 2009 a las 20:29


LA CABRA BUSCA BUEN PASTOR

Decedidamente,Señor no tienen buena`prensa las cabras.
Falla alguien en su cordura mental,rápidamente dicen que está como una cabra.
A los cabritos y machos cabríos,les endosan siempre los peores papeles.
Tú mismo,recuerda tu juicio final,nos colocas a tu izquierda con pasaporte directo a los infiernos.
¿No te parece demasiado?
Tu sabes que no nos hiciste ni mejores ni peores que el resto de tus criaturas. Nos hiciste simplemente "cabras".
Por eso nos arriesgamos por senderos que nadie ha pisado.Por eso mordisqueamos hierbecillas que nadie olfateó.
Por eso queremos ir en comunidad y no en "rebaño". Por eso gozamos y sufrimos esa fama de locas.
¿Que nos falta entonces?
Pastores, nada más que pastores.
Poro ojo Señor: ¡Pastores de cabras! Pastores de ovejas normales y sumisas más o menos los hay.
De cabras en cámbio es muy dificil encontrarlos.
fray Benito Benifaet

Desiderio
5 de mayo de 2009 a las 14:19

La pregunta que haces es radical: “¿cómo puede desbordar la alegría cuando, a todos los niveles, sigue habiendo injusticia, sufrimiento, desgracia, muerte?” Entiendo que la pregunta sobre el sufrimiento, el dolor, es una pregunta que todo ser humano se hace. A los cristianos sólo nos queda mirar a Jesucristo. Y efectivamente, el fundamento de nuestra fe es esa esperanza en ese futuro de plenitud, en presencia del Padre. Ahora bien, entiendo que esta fe no debe disminuir ni un ápice la realidad de que el Reino de Dios ya se encuentra iniciado de algún modo en nuestro mundo, aunque no de forma plena. Entiendo que no podemos esperar a no sufrir para ser felices. El sufrimiento, queramos o no, forma parte intrínseca de nuestra limitada naturaleza. Y ya no sólo el motivado por otras personas sino también el motivado por nuestra naturaleza fisiológicamente limitada. Yo creo que nuestra plegaria debe ir enfocada no tanto a no sufrir, como a ser capaces de vivir el sufrimiento y el dolor bajo el prisma de Dios. Yo creo que el sufrimiento y el fracaso —y no sólo estos sino también el gozo y el éxito—, sólo se viven de forma plena en la medida en que nos acercan a Dios, en la medida en que somos capaces de aceptarlo y acercarnos así a Jesucristo. No es tan importante disfrutar o sufrir, como acercarnos o alejarnos de Dios.

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