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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

5
Mar
2009

El mejor modo de celebrar la reconciliación

3 comentarios

Ahora que estamos en cuaresma, y contra quienes identifican tradición con pasados estáticos, afirmo que el mejor modo de celebrar el sacramento de la reconciliación es el rito comunitario con confesión y absolución individual. Y eso por varias razones.

La primera, porque todos los sacramentos son sacramentos de la Iglesia. En el modo comunitario de celebrar la reconciliación aparece más claramente la dimensión eclesial del sacramento: nadie va solo al encuentro con el Señor, siempre vamos acompañados de las hermanas y los hermanos. Hay un segundo motivo: la lectura de la Palabra de Dios forma parte esencial de todo sacramento; no es una introducción, algo accesorio; repito: es parte del sacramento. Por este motivo está mandado que cuando se celebra el sacramento en su forma individual el confesor debe leer un texto breve de la Palabra de Dios. Ya sé que la mayoría no lo hacen y, al no hacerlo, no cumplen con lo mandado y, lo que es peor, en cierto modo, mutilan el sacramento. Pues bien, este aspecto tan importante queda mejor realzado y mejor vivido en la celebración comunitaria. Además, la proclamación de la Palabra de Dios debe ir acompañada de una homilía que invita a los fieles a acoger la gracia sacramental, cosa que también se realiza en la celebración comunitaria. Una tercera razón deriva de la mediación antropológica y eclesial de la gracia y del pecado: si el pecado ofende a Dios no es porque le hiera o le dañe, sino porque Dios se entristece al ver que estamos mal. El pecado directamente es siempre un atentado contra uno mismo o contra los demás. La ofensa a Dios pasa por esta mediación antropológica. Pues bien, en la celebración comunitaria queda mejor expresada la dimensión fraterna de la culpa y del perdón.

La reconciliación es la fiesta del reencuentro. La alegría no puede contenerse, necesita compartirse. Para que haya fiesta se necesita pueblo. El modo comunitario es el que mejor significa todos estos aspectos del sacramento de la reconciliación.

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marcelino
5 de marzo de 2009 a las 17:33

Es cierto, este sacramento se ha desvirtuado y la gente no lo practica. Dicen que prefieren pedir perdon directamente a Dios , sin necesidad de mediacioens. En cierto modo los entiendo, a veces estas mediaciones hacen mas mal que bien. Y cuando se acerca arrepentido y humillado al sacramento, te dicen cada cosa, que tiras a correr, y no entienes. Seguramente en estas celebraciones sera diferente.

Ugarte
5 de marzo de 2009 a las 23:35

Hubo un tiempo en que le llamábamos el "sacramento de la alegría", es verdad; y es cierto que el rito comuitario es el más apropiado y más gozoso.
Lo que voy a decir creará polémica pero...allá va: Un poco de culpa de lo mal que se hace, además de lo que dice el profesor, es por el "asunto de tiempo"; no es lo mismo ir, confesarte y ya está, y tú decides cuándo vas y qué tiempo inviertes y por lo tanto vas cuando puedes o lo necesitas(¡si es que hay confesor disponible!...QUE ESE ES OTRO ASUNTO), y no tener que ir cuando el párroco lo programe.
Además, esas celebraciones comunitarias serian, claro está, de tanto en tanto, ¿y los que suelen confesarse cada muy poco porque lo necesiten y tengan esa "costumbre", sana por otro lado?
Que Sí, que lo mejor y lo que debe ser es lo que dice el P.Martin,pero en la práctica...
Y hay que ver qué mal suena escribir así de algo tan enorme como es la gracia sacramental del perdón.
Ugarte

Desiderio
6 de marzo de 2009 a las 14:37

Como dice Ugarte, creo que es difícil realizar estas celebraciones comunitarias con la frecuencia con la que algunos nos confesamos. Pero, el hecho de que se realicen confesiones frecuentes y personales, quizá no sea obstáculo para potenciar las celebraciones penitenciales comunitarias, a lo mejor cuando el calendario litúrgico así lo recomiende, o tampoco así necesariamente, cuando lo plantee cada comunidad. Ese momento de especial unión con el Señor, en el cual todos participamos, es desde luego un momento especial de unión con los hermanos.
Me ha encantado, por otro lado, la reflexión sobre lo que el pecado del hombre supone para Dios. Para nada es una ofensa: ¿nos creemos acaso tan importantes como para poder ofender a Dios? A uno no le ofende quien quiere, sino quien puede. Dios sí que se verá dolido, más que nada por observar de que modo tan mezquino usamos nuestra libertad. Pero los principales perjudicados, el principal perjudicado es el propio pecador, pues lo único que consigue así es desviar su camino hacia la verdadera salvación, hacia Dios. Por mucho que nos prometa el mundo, no hacemos más que desviarnos de lo verdaderamente importante. ¡Señor, ayúdanos a enmendar nuestras vidas, una y otra vez, siempre! Y que cada vez que caigamos tengamos la humildad necesaria para levantarnos.

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