Ago
El infierno interesa
10 comentariosLos temas referentes al “más allá” interesan. Lo he comprobado en muchas ocasiones. El último ejemplo es la publicación en este blog de un post que buscaba resaltar la misericordia de santo Domingo de Guzmán. Basándome en uno de los testigos de su canonización, decía que la compasión de Domingo llegaba hasta el extremo de orar por los condenados en el infierno. En los varios lugares en que apareció mi post se multiplicaron los comentarios. No para hablar de Santo Domingo o de la compasión, sino para hablar del infierno.
El Magisterio de la Iglesia ha tratado en alguna ocasión del infierno como lugar de condenación. Pero nunca ha colocado a nadie allí. Dante Alighieri, en su Divina Comedia, en su paseo por el infierno se encuentra con distintos personajes, entre ellos algún Papa. Pero se trata de eso, de una comedia. En realidad no sabemos nada sobre el infierno. Aunque a veces tengo la impresión de que algunos émulos de Dante tienen ganas de colocar allí, sin ficción alguna, a aquellos personajes eclesiales que no les caen bien.
La teología de infierno debe ser consciente de las aporías con las que se puede encontrar. Si el cielo es una manera de decir que Dios y el ser humano se han abrazado para siempre, el infierno es un modo de decir que el ser humano se ha separado de Dios para siempre. Pero esto es una situación imposible, puesto que Dios nunca se separa del ser humano. Por eso algunos dicen que el infierno es el vacío total, la nada absoluta, el regreso a la no existencia. Pero esto también plantea alguna pregunta: el Dios amigo de la vida nunca se arrepiente de su obra.
El infierno hay que mantenerlo como una posibilidad real, consecuencia de la libertad constitutiva del ser humano. La libertad es la posibilidad radical que tiene todo ser humano para decidir sobre su vida, sobre su salvación o su perdición. Solo si hay libertad, puede darse amor. Un amor forzado es un absurdo. Por eso, si la salvación es el encuentro amoroso con Dios, y este encuentro requiere de la libertad, para que esta libertad sea auténtica se requiere que pueda orientarse en la dirección del rechazo de Dios. Decir esto también plantea algún problema. ¿Cómo es posible rechazar a Dios si nunca lo encontramos claramente? Nunca rechazamos a Dios tal cual es, siempre rechazamos alguna imagen falseada. No es menos cierto que Dios se hace presente en cada ser humano, creado a su imagen. Y ahí sí que encontramos casos de rechazo, de negación y de alejamiento. Rechazamos a Dios en el hermano.
El infierno hay que mantenerlo como una posibilidad real, como una hipótesis necesaria para afirmar seriamente la libertad humana. Posibilidad real, hipótesis necesaria… Ir más allá me parece aventurado. Una cosa más: podríamos hablar de infiernos intrahistóricos, esos que construimos (¡nosotros, no Dios!) cuando pisoteamos al hermano y negamos su dignidad. El tema da mucho de sí. Es de esperar que el interés por el infierno ultra terreno no sea un modo de desinteresarnos de los infiernos terrenos.