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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

6
Feb
2008

El desarrollo, nuevo nombre de la paz

3 comentarios

Este fue uno de los enunciados de la Populorum Progressio que llamaron la atención. Pablo VI deja clara la ambigüedad del progreso: “Todo crecimiento es ambivalente… La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza”. Además, constata algo que desde entonces no ha hecho más que aumentar: el abismo cada vez mayor que separa a las naciones ricas de las pobres; los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Esto exige cambiar de modelo económico, cobrar conciencia de que los bienes de este mundo son de todos, eliminar fronteras artificiales, controlar la contaminación, desterrar la corrupción política que abunda en los países pobres y, sobre todo, avivar la conciencia de solidaridad y justicia como condiciones ineludibles para la supervivencia de este mundo.

Se hace necesario recuperar la categoría de signos de los tiempos, introducida en el pensamiento teológico moderno por el Magisterio de Juan XXIII. Los acontecimientos son un lugar teológico donde el Espíritu de Dios sigue hablando a los humanos. Pues bien, toda la encíclica de Pablo VI es una valoración teológica, una lectura cristiana, un mirar con los ojos de la fe las aspiraciones de los pobres y humillados de nuestro tiempo y un buscar, por parte de la Iglesia, el modo de decirles una palabra creíble. Para ello, la Iglesia tendrá que tomar claramente partido por los más necesitados y mirarles con simpatía. No es creíble una Iglesia que hace pronunciamientos tajantes sobre la opción preferencial por los pobres y se sitúa entre los potentados. Esta me parece que es una de las grandes lecciones de la encíclica. En un mundo cada vez más emancipado de lo religioso y, sin embargo, desfigurado como hace cuarenta años por la pobreza y el individualismo, la Iglesia tiene la gran oportunidad de actualizar su misión, que no es directamente económica, política o social, sino religiosa, pero entendiendo por religión el ser testigo del Dios revelado en Jesucristo, no como poder que oprime, sino como amor que sirve (para decirlo con palabras de Jesús Espeja).

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guillermo
8 de febrero de 2008 a las 07:55

En que coordenadas sociopoliticoeconómicas se situa la misión del amor que sirve, la misión de la Iglesia ? Aunque sea de manera indirecta, alguien tendrá que transformar estas coordenadas, que en lenguaje teologico favorecen el "pecado estructural". La Encarnación de Jesucristo nos muestra que Él trabajó con sus manos -carpinteria, artesanía-. No esperó a que otros le dejaran el campo limpio para la siembra.Introdujo con otros sus manos en el barro de la tierra. Para transformar la creación , para perfeccionarla. Siguiendo el ejemplo de Jesucristo,¿ esperaremos que sean otros los que nos preparen el camino, metan sus manos en el barro, para despues echar nosotros la semilla? ¿ Hizo eso Jesucristo?. La misión religiosa va intimamnete relacionada con la transformacion sociopoliticoeconomica de las estructuras sociales. Y nos compete a todos, los seguidores de Jesucristo. ¿ O no?

felipe
8 de febrero de 2008 a las 07:58

gracias fray Martin. Buen tiempo este de Cuaresma para volver sobre el pensamiento de Pablo VI y Juan XXIII, y actualizar la visión de la misión.

mafalda
8 de febrero de 2008 a las 12:42

El amor que sirve es el único verdadero, y si realmente tuvieramos verdadera fe los problemas del mundo no nos permitirian quedarnos quietos,... hay que levantarse para ayudar al hermano a superar susd ificultades, porque El esta en el hermano, su sufrimiento es compartido,...
Sin servicio no hay ni amor ni verdadera fe, y sin obras no hay verdadero testimonio,... de convencer cuando no somos siquiera testigos hablamos otro día.
Gracias Martín.

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