Sep
El criterio es lo humano
5 comentariosReanudamos la actividad del blog tras la parada agosteña, desgraciadamente interrumpida para dar cuenta del fallecimiento del P. Fuster. Lo hago recordando dos noticias ocurridas este pasado mes que pueden tener su continuación en los próximos días. No hay relación entre ellas, pero confluyen en algo que me preocupa: la religión no está para servir a Dios (Él no necesita de ningún servicio), sino a los seres humanos. Y cuando no redunda en beneficio del ser humano es una mala religión.
La primera nos pilla un poco lejos: En Malasia, pasado el mes del Ramadán, una modelo deberá cumplir la condena de recibir seis azotes, impuesta por un tribunal islámico. ¿Motivo? Beber una cerveza en público. ¡Una cerveza! ¿Acaso lo prohíbe el Corán? ¡No, por Alá! Lo prohíbe la sharia, la tradición que interpretan los guardianes de la religión. Pasemos del caso a la categoría: ¿en nombre de qué ideología, tradición o religión se puede impedir que otros seres humanos vivan con libertad, tomen sus propias decisiones, coman y beban lo que les apetezca, o tengan que ocultar su cara o su cuerpo? La dignidad humana es el criterio de autenticidad de religiones y tradiciones. Pues bien, en nombre de Zeus, de Yahvé, de Alá, ¡abajo con los guardianes de aquellas religiones que consienten que una mujer sea azotada por beber una cerveza!
La otra noticia es más cercana: algunos Obispos han recomendado a sus sacerdotes que no den la comunión en la boca, para evitar contagios de gripe A. “Dar la comunión en la mano es más higiénico”, declaró el Vicario de la diócesis de Tarragona. La materia de los sacramentos no es divina, sino humana, expuesta a la fragilidad y debilidad de lo terreno; una materia que por muy sacramentalizada que esté, podría ser dañina. Ahí está la diferencia entre hacer magia y recibir un sacramento: con la magia el hombre pretende manipular lo divino; de ahí que ningún cambio sea tolerable en el rito. En el sacramento, Dios sale al encuentro de los que le reciben con un corazón bien dispuesto. Y como los sacramentos son para los hombres, es posible y necesario adaptarlos a la situación de lo humano. Así manifiestan su dignidad.